GUARANIA
y cantaba como un canario blanco
venía de la selva, ese lugar
donde viven los cantos
era el hombre pequeño que podía
convertirse en un ave, mi madre
hija de un cocinero de barco, mascador de tabaco
que se mecía para arrojar especias
en las ollas
vino de Paraguay soltando carambolas
rambutanes
papayas
esas frutas extrañas
que no crecen en árboles
de Merlo Gómez
Los dos tenían frío, siempre
frío: ro’y, ro’yeterei, ro’yeteiko
rezaban
un idioma secreto que no me compartían
el sonido dulzón como sopa
mainumby, purahéi, Kuñataĩ
les dije un día para sorprenderlos.
Me miraron con miedo, pellizcaron
mis brazos de choguí, me dijeron
No hables nunca más
en guaraní
(Fuente: Daniel Rafalovich)
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