martes, 1 de febrero de 2022

Fernando Pessoa (Lisboa, Portugal, 1888-1935)

 

tres poemas de alberto caeiro 

 










Yo nunca he guardado rebaños



Yo nunca he guardado rebaños,
Pero es como si los guardase.
Mi alma es como un pastor,
Conoce el viento y el sol
Y anda de la mano de las Estaciones
Siguiendo y mirando.
Toda la paz de la Naturaleza sin gente
Viene a sentarse a mi lado.
Pero me entristezco como una puesta de Sol
Para nuestra imaginación,
Cuando se enfría en el fondo de la planicie
Y se siente a noche entrada
Como una mariposa por la ventana.

Pero mi tristeza es sosiego
Porque es natural y justa
Y es lo que debe estar en el alma
Cuando ya piensa que existe
Y las manos cogen flores sin darse cuenta.

Con un ruido de cencerros
Más allá de la curva de la carretera,
Mis pensamientos son contentos.
Sólo me da pena saber que son contentos,
Porque, si no lo supiese,

En vez de ser contentos y tristes,
Serían alegres y contentos.

Pensar incomoda como andar a la lluvia
Cuando el viento crece y parece que llueve más.

No tengo ambiciones ni deseos.
Ser poeta no es una ambición mía.
Es mi manera de estar sólo.

Y si deseo a veces,
Por imaginar, ser corderito
(O ser todo el rebaño
Para andar esparcido por toda la ladera
Siendo mucha cosa feliz al mismo tiempo),
Es sólo porque siento lo que escribo a la puesta de Sol
O cuando una nube pasa la mano por encima de la luz
Y corre un silencio por la hierba afuera.

Cuando me siento a escribir versos
O, paseando por los caminos o por los atajos,
Escribo versos en un papel que está en mi pensamiento,
Siento un cayado en las manos
Y veo un recorte de mí
En la cima de un otero,
Mirando a mi rebaño y viendo mis ideas,
O mirando mis ideas y viendo mi rebaño,
Y sonriendo vagamente como quien no comprende lo que se dice
Y quiere fingir que comprende.

Saludo a todos los que me leen,
Quitándoles el sombrero ancho
Cuando me ven en mi puerta
Mal la diligencia levanta en la cima del otero.
Les saludo y les deseo sol
Y lluvia, cuando la lluvia es necesaria,
Y que sus casas tengan
Al lado de una ventana abierta
Una silla predilecta
Donde se sienten, leyendo mis versos.
Y al leer mis versos piensen
Que soy cualquier cosa natural —
Por ejemplo, el árbol antiguo
A la sombra del cual de niños
Se sentaban de un batacazo, cansados de jugar,
Y se limpiaban el sudor de la frente caliente
Con la manga del babi a rayas.

~

Soy un guardador de rebaños.



Soy un guardador de rebaños.
El rebaño es mis pensamientos
Y mis pensamientos son todos sensaciones.
Pienso con los ojos y con los oídos
Y con las manos y los pies
Y con la nariz y la boca.
Pensar una flor es verla y olerla
Y comer un fruto es saberle el sentido.
Por eso cuando en un día de calor
Me siento triste por disfrutarlo tanto,
Y me echo a lo largo en la hierba,
Y cierro los ojos calientes,
Siento todo mi cuerpo acostado en la realidad,
Sé la verdad y soy feliz.

~
 

Hay bastante metafísica en no pensar en nada.



Hay bastante metafísica en no pensar en nada.

¿Qué pienso yo del Mundo?
¡Qué sé yo lo que pienso del Mundo!
Si enfermase pensaría en eso.

¿Qué idea tengo yo de las cosas?
¿Qué opinión tengo sobre las causas y los efectos?
¿Qué he meditado yo sobre Dios y el alma
Y sobre la creación del Mundo?
No sé. Para mí pensar en eso es cerrar los ojos
Y no pensar. Es correr las cortinas
De mi ventana (pero no tiene cortinas).

¿El misterio de las cosas? ¡Qué sé yo que es el misterio!
El único misterio es que haya quien piense en el misterio.
Quien está al sol y cierra los ojos,
Empieza a no saber qué es el Sol
Y a pensar muchas cosas llenas de calor.
Pero abre los ojos y ve el Sol,
Y ya no puede pensar en nada,
Porque la luz del Sol vale más que los pensamientos
De todos los filósofos y de todos los poetas.

La luz del Sol no sabe lo que hace
Y por eso no yerra y es común y buena.

¿Metafísica? Qué metafísica tienen esos árboles
La de ser verdes y copados y tener ramos
Y la de dar fruto a su hora, lo que no nos hace pensar,
A nosotros, que no sabemos verlos.
¿Pero qué mejor metafísica que la de ellos,
Que es la de no saber para qué viven
Ni saber que no lo saben?
«Constitución íntima de las cosas»...
«Sentido íntimo del Universo»...
Todo esto es falso, todo esto no quiere decir nada.
Es increíble que se pueda pensar en cosas de esas.
Es como pensar en razones y fines
Cuando el comienzo de la mañana está rayando, y por los lados de los árboles
Un vago oro lustroso va perdiendo la oscuridad.
Pensar en el sentido íntimo de las cosas
Está de más, como pensar en la salud
O llevar un vaso al agua de las fuentes.
El único sentido íntimo de las cosas
Es que no tienen ningún sentido íntimo.
No creo en Dios porque nunca lo he visto.
Si él quisiera que yo creyese en él,
Sin duda que vendría a hablar conmigo

Y entraría por mi puerta adentro
Diciéndome, ¡Aquí estoy!
(Esto es tal vez ridículo a los oídos
De quien, por no saber qué es mirar las cosas,
No comprende a quien habla de ellas
Con el modo de hablar que fijarse en ellas enseña.)
Pero si Dios es las flores y los árboles
Y los montes y sol y la luz de luna,
Entonces creo en él,
Entonces creo en él a todas horas,
Y toda mi vida es una oración y una misa,
Y una comunión con los ojos y por los oídos.
Pero si Dios es los árboles y las flores
Y los montes y la luz de luna y el sol,
¿Para qué le llamo yo Dios?
Le llamo flores y árboles y montes y sol y luz de luna;
Porque, si él se hizo, para que yo lo viera,
Sol y luz de luna y flores y árboles y montes,
Si él se me aparece como siendo árboles y montes
Y luz de luna y sol y flores,
Es que él quiere que yo le conozca
Como árboles y montes y flores y luz de luna y sol.
Y por eso yo le obedezco,
(¿Qué más sé yo de Dios que Dios de sí mismo?),
Le obedezco viviendo, espontáneamente,

Como quien abre los ojos y ve,
Y le llamo luz de luna y sol y flores y árboles y montes,
Y le amo sin pensar en él,
Y le pienso viendo y oyendo,
Y voy con él a todas horas.

***

Versiones de Raquel Madrigal Martínez

/
 

Eu nunca guardei rebanhos


Eu nunca guardei rebanhos,
Mas é como se os guardasse.
Minha alma é como um pastor,
Conhece o vento e o sol
E anda pela mão das Estacões
A seguir e a olhar.
Toda a paz da Natureza sem gente
Vem sentar-se a meu lado.
Mas eu fico triste como um pôr do Sol
Para a nossa imaginação,
Quando esfria no fundo da planície
E se sente a noite entrada
Como uma borboleta pela janela.

Mas a minha tristeza é sossego
Porque é natural e justa
E é o que deve estar na alma
Quando já pensa que existe
E as mãos colhem flores sem ela dar por isso.

Com um ruído de chocalhos
Para além da curva da estrada,
Os meus pensamentos são contentes.
Só tenho pena de saber que eles são contentes,
Porque, se o não soubesse,
Em vez de serem contentes e tristes,
Seriam alegres e contentes.

Pensar incomoda como andar à chuva
Quando o vento cresce e parece que chove mais.

Não tenho ambições nem desejos.
Ser poeta não é uma ambição minha.
É a minha maneira de estar sozinho.

E se desejo às vezes,
Por imaginar, ser cordeirinho
(Ou ser o rebanho todo
Para andar espalhado por toda a encosta
A ser muita coisa feliz ao mesmo tempo),
É só porque sinto o que escrevo ao pôr do Sol
Ou quando uma nuvem passa a mão por cima da luz
E corre um silêncio pela erva fora.

Quando me sento a escrever versos
Ou, passeando pelos caminhos ou pelos atalhos,
Escrevo versos num papel que está no meu pensamento,
Sinto um cajado nas mãos
E vejo um recorte de mim
No cimo dum outeiro,
Olhando para o meu rebanho e vendo as minhas ideias,
Ou olhando para as minhas ideias e vendo o meu rebanho,
E sorrindo vagamente como quem não compreende o que se diz
E quer fingir que compreende.

Saúdo todos os que me lerem,

Tirando-lhes o chapéu largo
Quando me vêem à minha porta
Mal a diligência levanta no cimo do outeiro.
Saúdo-os e desejo-lhes sol
E chuva, quando a chuva é precisa,
E que as suas casas tenham
Ao pé duma janela aberta
Uma cadeira predilecta
Onde se sentem, lendo os meus versos.
E ao lerem os meus versos pensem
Que sou qualquer coisa natural —
Por exemplo, a árvore antiga
À sombra da qual quando crianças
Se sentavam com um baque, cansados de brincar,
E limpavam o suor da testa quente
Com a manga do bibe riscado.

~
 

Sou um guardador de rebanhos.



Sou um guardador de rebanhos.
O rebanho é os meus pensamentos
E os meus pensamentos são todos sensações.
Penso com os olhos e com os ouvidos
E com as mãos e os pés
E com o nariz e a boca.
Pensar uma flor é vê-la e cheirá-la
E comer um fruto é saber-lhe o sentido.
Por isso quando num dia de calor
Me sinto triste de gozá-lo tanto,
E me deito ao comprido na erva,
E fecho os olhos quentes,
Sinto todo o meu corpo deitado na realidade,
Sei a verdade e sou feliz.

~
 

Há metafísica bastante em não pensar em nada



Há metafísica bastante em não pensar em nada.
O que penso eu do Mundo?
Sei lá o que penso do Mundo!
Se eu adoecesse pensaria nisso.

Que ideia tenho eu das coisas?
Que opinião tenho sobre as causas e os efeitos?
Que tenho eu meditado sobre Deus e a alma
E sobre a criação do Mundo?
Não sei. Para mim pensar nisso é fechar os olhos
E não pensar. É correr as cortinas
Da minha janela (mas ela não tem cortinas).

O mistério das coisas? Sei lá o que é mistério!
O único mistério é haver quem pense no mistério.
Quem está ao sol e fecha os olhos,
Começa a não saber o que é o Sol
E a pensar muitas coisas cheias de calor.
Mas abre os olhos e vê o Sol,
E já não pode pensar em nada,
Porque a luz do Sol vale mais que os pensamentos
De todos os filósofos e de todos os poetas.
A luz do Sol não sabe o que faz

E por isso não erra e é comum e boa.

Metafísica? Que metafísica têm aquelas árvores
A de serem verdes e copadas e de terem ramos
E a de dar fruto na sua hora, o que não nos faz pensar,
A nós, que não sabemos dar por elas.
Mas que melhor metafísica que a delas,
Que é a de não saber para que vivem
Nem saber que o não sabem?

«Constituição íntima das coisas»...
«Sentido íntimo do Universo»...
Tudo isto é falso, tudo isto não quer dizer nada.
É incrível que se possa pensar em coisas dessas.
É como pensar em razões e fins
Quando o começo da manhã está raiando, e pelos lados das árvores
Um vago ouro lustroso vai perdendo a escuridão.

Pensar no sentido íntimo das coisas
É acrescentado, como pensar na saúde
Ou levar um copo à água das fontes.

O único sentido íntimo das coisas
É elas não terem sentido íntimo nenhum.

Não acredito em Deus porque nunca o vi.
Se ele quisesse que eu acreditasse nele,
Sem dúvida que viria falar comigo
E entraria pela minha porta dentro
Dizendo-me, Aqui estou!

(Isto é talvez ridículo aos ouvidos
De quem, por não saber o que é olhar para as coisas,
Não compreende quem fala delas
Com o modo de falar que reparar para elas ensina.)

Mas se Deus é as flores e as árvores
E os montes e sol e o luar,
Então acredito nele,
Então acredito nele a toda a hora,
E a minha vida é toda uma oração e uma missa,
E uma comunhão com os olhos e pelos ouvidos.

Mas se Deus é as árvores e as flores
E os montes e o luar e o sol,
Para que lhe chamo eu Deus?
Chamo-lhe flores e árvores e montes e sol e luar;
Porque, se ele se fez, para eu o ver,
Sol e luar e flores e árvores e montes,
Se ele me aparece como sendo árvores e montes

E luar e sol e flores,
É que ele quer que eu o conheça
Como árvores e montes e flores e luar e sol.

E por isso eu obedeço-lhe,
(Que mais sei eu de Deus que Deus de si próprio?),
Obedeço-lhe a viver, espontaneamente,
Como quem abre os olhos e vê,
E chamo-lhe luar e sol e flores e árvores e montes,
E amo-o sem pensar nele,
E penso-o vendo e ouvindo,
E ando com ele a toda a hora.
 
 
 
(Fuente: La comparecencia infinita)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario