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Una playa desierta, olas que rompen, pelícanos oscurecen el cielo, un cuerpo mortificado sobre la arena. Sostener esa imagen cuanto sea posible. Luego dejarla caer.
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Esta es la imagen que rechazaste: una cabaña en un bosque. Un fuego rompía el verde o los leños. Alguien se quemaba y emitía un ruido intraducible, no sabíamos dónde. Envuelto en llamas, se internaba en el bosque o corría desde el bosque e ingresaba a la cabaña. De vez en cuando lo veíamos buscando alivio en el agua. La humedad de su cuerpo ahora enturbia nuestras lenguas.
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Un enjambre de moscas hace figuras en el aire. Una mancha oscura opaca el celeste. Su belleza es inaccesible, aunque si tienes suerte podrás cazar un par de ellas y clavarlas con alfileres a una plancha de poliestireno. Conformarnos con sus partes muertas sobre un cuadrado blanco.
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Un animal se hunde en el patio interior. Un bulto ennegrecido, sin forma, horada la tierra. Lo contemplamos atraídos por la idea de indefinición. Un bulto, del que solo sabemos que es un animal oscurecido por la acción del fuego o de las palabras, encuentra quietud en la profundidad de una fosa. Un animal, un bulto, una cosa innominada se hunde en el patio interior de la casa que no compartiremos. Eso es todo lo que podemos decir.
del libro Imágenes de la inmutabilidad y la destrucción (Cuadro de tiza Ediciones, 2019)
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