Aquí
la muerte
sufre de encierro,
aquí
no hay hechos
ni alabanzas
y menos armas
que pretendan
cambiar el mundo,
aquí
los hijos
y sepulcros
encendieron
el mismo fuego
y apagaron
con lágrimas,
cenizas y tizones.
Nadie goza
de salud
en este pasadizo
de minutos concedidos;
no hay virtuosos,
ni camellos,
ni esfínteres que tiemblen
o estómagos que se anuden.
Aquí
la esperanza es rugosa
y el torrente de ácido
desciende al barranco
donde los jazmines silvestres
de oxígeno carecen.
Se alza y esplende
la gloria,
apenas los dientes asoma
y nadie se congela
en su pobreza.
- Inédito -
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