MUJER QUE CUIDA UN JARDÍN
Al atardecer, en la hora del silencio,
del vuelo presuroso, con la suavidad
del día que declina, cuando dibujan
los pájaros la despedida de la luz,
en la hora incierta en que todo calla
y desciende, la mujer cuida el jardín.
El hombre que la acompaña contempla
los minuciosos gestos del cuidado,
reconoce-pues los vio en otra mujer
la plegaria repetida, la lenta costumbre
de acariciar el mundo, lo que es eternidad,
instante regresado, incólume presencia,
poda del tiempo, lo posible venidero,
lo que fue y es ahora destello, iluminación.
El hombre ve una mujer inclinada
también en lo pequeño, lo que se limpia,
lo que se corta, entre geranios, en otro jardín,
otro atardecer, otra luz, otro tiempo.
Y sabe que es el mismo jardín, el mismo asombro,
idéntica ternura, la luz herida del mundo salvada
en la paciencia del cuidado, en la tierra empapada,
iluminando con una sonrisa la permanencia.
Como si el tiempo volviera
en la mujer que ama y que cuida el mundo
con idénticos gestos, el mismo afán, la misma alegría.
Como si todo fuera regreso, descubrimiento,
luz que declina, desciende, envuelve.
El hombre contempla el milagro.
En silencio.
***
ANOCHECER EN EL ROMPIDO
Abre el mar el libro de las preguntas.
Las barcas varadas en cieno de marisma,
cárdeno atardecer, belleza imposible.
Silencio y espera. Lejanas voces de niños.
Farolillos encendidos, palmeras.
una larga flecha de arena.
un tiempo lento.
Preludio y despedida.
Conjuga tu presencia la luz que declina.
Hace más leve la herida.
. En: Voces del Extremo, poesía y empatía. Ed. Amargord, 2021
(Fuente: Voces del extremo)
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