lunes, 1 de febrero de 2021

Hilda Hilst (Brasil, 1930-2004)

 

 

III


Si tu vida se extendiese

Más que la mía

Recuerda, mi odio-amor,

Los colores que vivíamos

Cuando el tiempo del amor nos envolvía.

De oro. Del rojo de las caricias

De las tintas de un celo antiguo

Derramado

Sobre mi cuerpo sospechoso de conquistas.

Del castaño claro de tu mirada

Sobre la espalda de las aves.  De aquellos árboles:

Estrías de un verde-ceniza que tocábamos.


Y hojas del color de tempestades

Contorneando el espacio

De dolor y alejamiento


Tiempo turquesa y plata

Mi odio-amor, señor de mi vida.

Acuérdate de nosotros. En azul. En la luz de la caridad.

 



XIII


Y batallamos.

Dos tigres

Pegados a un solo deleite

Destrozando sus armaduras

Amor y furia

Caricia, garra


Tu luz


Y la chispa rara

De un cuerpo y dos batallas.

 

 



XV  


Para poder morir

Guardo insultos y agujas

Entre las sedas del luto.


Para poder morir

Desarmo las trampas

Me extiendo entre las paredes

Derruidas.


Para poder morir

Visto la batista

Y apacento los ojos

Para nuevas vidas.


Para poder morir apetecida

Me cubro de promesas

De la memoria.


Porque esto es lo necesario

Para que tú vivas.

 



XXX


El tiempo y su hambre.

Voluptuosidad y olvido

Sobre los arcos de la vida.

Rigor sobre nuestro momento.


El Tiempo y su mandíbula.

Musgo y furor

Sobre nuestros altares.

Un día, geometrías de luz.

Pero un día nada somos.


Tiempo y humildad.

Nuestros nombres. Carne.

Devórame, mi odio-amor,

Bajo la luz cruel de las despedidas.

 



XXXI


Barcas

Cargando la vida

Bajando las aguas.

Pasan pesadas

Distantes del poeta y de su caminata.


Barcas

Inundadas de abrazos

En las aguas de la dulzura

El fulgor de los cascos

Ilumina la espalda de los ahogados:

Yo soterrada

En aguaduras oscuras de la vejez.


Barca es tu nombre.

Y pasas.

Candente, clara.

Navegas tu último viaje

Sobre mi cuerpo mojado de palabras.

 



XXXIII


Si te pronuncio

Retomo un Paraíso

Donde la luz se hace dolor

Y hielo la claridad.

Si te pronuncio

Hay esplendor en la oscuridad

Y las sombras de alrededor

Son turquesas y soles

Después de un mar de pérdidas.


Vigilo

Esta sonoridad de los reveses.

Que se deshaga lo que fascina del poema

Que yo sea Olvido

Y enmudezca.

 



XLIV


Recuerda que moriremos

Mi odio-amor.

De carne y de miseria

Esta casa breve de materia

Cuerpo-campo de lucha y de sudor.


Recuerda el anónimo de la Tierra

Que meditando a solas con sus botones

Grabó en el reloj de las quimeras:

“Es más tarde de lo que supones”.


Por eso

Mátame solamente en sueños.

Puedes dormir en furia por la eternidad

Pero despierto, ama. Porque a mi lado

Todo se hace tarde: amor, gozo, ventura.

 



LIII


Cadenciadas

Van muriendo las palabras

En mi boca.

Un sudario de alas

Ha de ser agasajo

Y patria para el cuerpo.

Anónimo, callado

El poeta contempla

Espejo y tristeza


Fragmentos de un hilo

Guardián de palabras.


Unas leyendas se voltean

El poeta vacío de sus miedos:

Escombro, escaleras

Amado de amor oscuro

Y huía de sí mismo

De su propia celada.


El poeta. Mudo.

Aceptable ahora para el mundo

En su sudario de alas.

 



LVIII


El bisturí y el verso

Dos instrumentos

Entre mis manos.

Uno de ellos rasga el Tiempo

El otro eterniza

Aquel tiempo-otro sin medida.


Se rompen sílabas y fonemas

Detengo mis proyectos.

Es lo que se ve

Es un sólo común-complejo

Corazón abierto.


Y nunca más

En la dimensión de la Tierra

He de revisar las casas, los techos

Los paraísos soberbios de la pasión.

 

 

 



De Cantares de perda e predileção (1983), en Cantares (Editora Globo, [6ta. ed.], 2012).


Versiones: Demian Paredes, Buenos Aires, 2020.

 

 

(Fuente: Alpialdelapalabra)



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