miércoles, 23 de octubre de 2024

Víctor Redondo (Buenos Aires, 1953)

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QUINTO HOMENAJE 
 

                   a Visconti, pastor de decadencia.
 
 
Una estrella caída de tu boca
un pájaro de alas cosidas por el fuego
habitan mi cerebro.
Sólo yo y a mis espaldas las ruinas,
sin poder comunicar nada,
luces, hechizos, gestos,
imposibilidad de palabras que nombren
una estrella caída de tu boca
un pájaro de fuego con las alas plegadas
sobre el hueco de mi lengua, piedras
en la laguna del recuerdo, horas
girando hacia imposibles milagros,
apariciones solitarias, manos que me dibujan
y no calman dolores abandonados
o declaraciones de amor a las que huyo
por temor al sonido despiadado de la palabra amor
desnuda, sin sombras,
brillando sobre alguna madrugada que busca mis huesos,
y desear no entender nada, decir basta
pero desde arriba de un planeta que ha roto el Orden
y no este cuarto de aire moribundo
donde escucho los pasos de la Eterna que me aguarda,
donde el sueño nombra tristes y lejanas armonías,
ideales antiguos y perfectos que retornan
en cuerpos amados, creando esperanzas absurdas
como si teñirme el pelo pudiera evitar
que ella me reconozca y poder huir
de esa atroz eternidad que veo delante,
milagros imposibles cuando las tumbas se cierran,
para abrirme a todo lo perdido
y aferrarme a mi piel como a un amuleto
y decir a los que me esperan
que aún estoy aquí
aunque ame sólo con mis ojos,
que tienen todo el ardor del último deseo,
que insultan a la que acecha a mis espaldas,
y que no ignoran
que este amor es la primera visión que me regala la muerte.
Cuando el camino baja entre prados semejantes a tus cabellos
aún busco imágenes que te arranquen de mis sueños.
 
 
 

 

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