«Las Aventuras del Capitán Tanguito i su Astuto Secuaz Don Escarabajo»
Inicio mientras casi te dormías
Prólogo
Resguardado bajo su verde cobija de musgos en el templo
–herencia del color de los olivos–,
el eco en fuga de un placer de otros tiempos
provenía del naranjo Capitán Tanguito,
Gato de todas nuestras noches,
descendiente de un cosmos herido i desenfados.
Tras el fuego de una era más antigua,
su Astuto Secuaz Don Escarabajo
sostenía los últimos silencios
i recordaba las escenas
velando contra el viento,
navegando bajo toda luna
junto al ya cansado Capitán.
I. Al amanecer de un verano tibio terminando...
Al amanecer de un verano tibio terminando
fue traído a bordo de cuatro lunas
un pequeño felino sin temores que guardar.
Su madre oscura
como la noche i sus mostos más serenos,
fue sólo traicionada por su sonrisa al delatar
el bello fuego de su interior de colores
i orquestas resonando.
Su hijo cargaba la huella de la nobleza
en sus grandes bigotes,
que lo hacían parecer un equilibrista
caminando por la vida.
Su mirada cautivada
de desenfado i ternura eterna,
la gallardía saltando
desde el hombro de un pirata que ha caído
o subiendo a enfrentar el viento i rapidez
de ese desafío empujado por los dioses.
Aquellos se turnaban para entregarle en sus garras
el destino i el calor de sus afectos.
Fue desde su arribo el centro de las proas i los templos,
por generosidad,
por hambre,
por esquivar la soledad
de toda preciada brújula en el olvido.
II. Una oscura golondrina ya cansada cae....
Una oscura golondrina ya cansada
cae aburrida de soles i dolor.
Joven i nombrado Capitán no pudo apartar el fuego
que su sangre despedía,
como delirio del mascarón de proa colmando de magia
sus visiones.
El escarmiento i tempestad se grabaron contra el mástil,
acaso el destierro donde nadie lo vería tras el caos
i las pinturas rasgadas de aquel templo,
las velas que perdonaban el paso del aire frío
por sus garras laceradas i el dolor de las ausencias,
la peste en sus jardines
i sobre el altar
los gritos desmedidos i la desazón de los breves dioses
que olvidaron sus tormentos.
Mientras uno abandonó barlovento
irrumpiendo en aquel río,
Don Escarabajo miraba desde lejos triste al joven felino
perder su propio Sur
i comenzar a sufrir los pesares por elegir aquella ruta
i una flor decapitada sin perdón
i un espejo como nunca en la caída
reflejando la honda cicatriz de aquel destino.
III. Mirando arriba las estrellas cruzar....
Mirando arriba las estrellas cruzar
frente al faro de la nueva quietud,
el Capitán aprehendía
los misterios de todo lo Creado ante sus ojos,
la suave caricia de aquel sol que lo enfrentaba
o la devoción a las frescas vertientes
que guardaban su sed
i plagaban de verdor sus fantasías junto al mar.
He ahí el comienzo de la sabiduría,
de esa luz que aún en sus últimos momentos
marcaba del universo el reflejo i su propio ritmo.
IV. Como si lloviera sobre un campo de batalla en el otoño....
Como si lloviera sobre un campo de batalla en el otoño,
esferas de fuego fueron lanzadas por los dioses
para el Capitán i el despliegue de todos sus talentos.
El vuelo cortando el aire para alcanzar
los cometas que caían
o humillar el avance de los perros que de nuevo
atacarían las aldeas.
Era el suave tiempo de la sangre.
Arriba,
en medio de la noche,
varias lunas encendían su mirada
mientras las oscuras sombras entraban a romper
el silencio del templo abandonado.
3 de agosto, 2009
Fotografía original de Ignacia Viñes
(Fuente: Descontexto)
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