domingo, 4 de agosto de 2024

Juan Carlos Villavicencio (Puerto Mont, Chile, 1976)

 

«Las Aventuras del Capitán Tanguito i su Astuto Secuaz Don Escarabajo»

Inicio mientras casi te dormías




Prólogo

Resguardado bajo su verde cobija de musgos en el templo
            –herencia del color de los olivos–,
el eco en fuga de un placer de otros tiempos
            provenía del naranjo Capitán Tanguito,
                        Gato de todas nuestras noches,
descendiente de un cosmos herido i desenfados.

Tras el fuego de una era más antigua,
            su Astuto Secuaz Don Escarabajo
                        sostenía los últimos silencios
            i recordaba las escenas
                        velando contra el viento,
navegando bajo toda luna
junto al ya cansado Capitán.




I. Al amanecer de un verano tibio terminando...

Al amanecer de un verano tibio terminando
            fue traído a bordo de cuatro lunas
                        un pequeño felino sin temores que guardar.
Su madre oscura
            como la noche i sus mostos más serenos,
fue sólo traicionada por su sonrisa al delatar
            el bello fuego de su interior de colores
                                                                  i orquestas resonando.
Su hijo cargaba la huella de la nobleza
            en sus grandes bigotes,
            que lo hacían parecer un equilibrista
                        caminando por la vida.
Su mirada cautivada
            de desenfado i ternura eterna,
la gallardía saltando
            desde el hombro de un pirata que ha caído
o subiendo a enfrentar el viento i rapidez
            de ese desafío empujado por los dioses.
Aquellos se turnaban para entregarle en sus garras
            el destino i el calor de sus afectos.
Fue desde su arribo el centro de las proas i los templos,
por generosidad,
por hambre,
por esquivar la soledad
            de toda preciada brújula en el olvido.




II. Una oscura golondrina ya cansada cae....

Una oscura golondrina ya cansada
            cae aburrida de soles i dolor.
Joven i nombrado Capitán no pudo apartar el fuego
                                                                  que su sangre despedía,
como delirio del mascarón de proa colmando de magia
            sus visiones.
El escarmiento i tempestad se grabaron contra el mástil,
acaso el destierro donde nadie lo vería tras el caos
            i las pinturas rasgadas de aquel templo,
las velas que perdonaban el paso del aire frío
            por sus garras laceradas i el dolor de las ausencias,
la peste en sus jardines
i sobre el altar
los gritos desmedidos i la desazón de los breves dioses
            que olvidaron sus tormentos.
Mientras uno abandonó barlovento
            irrumpiendo en aquel río,
Don Escarabajo miraba desde lejos triste al joven felino
            perder su propio Sur
i comenzar a sufrir los pesares por elegir aquella ruta
i una flor decapitada sin perdón
i un espejo como nunca en la caída
reflejando la honda cicatriz de aquel destino.




III. Mirando arriba las estrellas cruzar....

Mirando arriba las estrellas cruzar
            frente al faro de la nueva quietud,
el Capitán aprehendía
            los misterios de todo lo Creado ante sus ojos,
la suave caricia de aquel sol que lo enfrentaba
o la devoción a las frescas vertientes
            que guardaban su sed
i plagaban de verdor sus fantasías junto al mar.

He ahí el comienzo de la sabiduría,
de esa luz que aún en sus últimos momentos
            marcaba del universo el reflejo i su propio ritmo.




IV. Como si lloviera sobre un campo de batalla en el otoño....

Como si lloviera sobre un campo de batalla en el otoño,
esferas de fuego fueron lanzadas por los dioses
            para el Capitán i el despliegue de todos sus talentos.
El vuelo cortando el aire para alcanzar
            los cometas que caían
o humillar el avance de los perros que de nuevo
            atacarían las aldeas.

Era el suave tiempo de la sangre.

Arriba,
en medio de la noche,
varias lunas encendían su mirada
mientras las oscuras sombras entraban a romper
            el silencio del templo abandonado.




3 de agosto, 2009








Fotografía original de Ignacia Viñes








(Fuente: Descontexto)

 

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