martes, 25 de junio de 2024

Antonio Santos (Huelva, España, 1938)

 

SINFONÍA DE LOS ADIOSES seguido de PARADOJA




Adiós a dios padre y al padre dios perseguido 

aterrado tras el crujido de la puerta,

digo a mis siete años.


Adiós a las nubes 

con forma de caballos a galope, 

añado a mis ocho años.


Adiós al cielo cubierto de palomas

con los buches cargados de bellotas,

digo a la edad de diez.


Adiós al misterio de la muchacha tímida

que ya sabe más que yo y tiene fotos de artistas,

digo al cumplir los doce.


Adiós a la sangre fría y al corazón tranquilo

digo en la despedida a oscuras mientras llama su madre,

digo al cumplir catorce.


Adiós a los bondadosos sustitutos de maestros

intentando enseñar a libro abierto a bachilleres,

digo al ir al examen de Preu.


Adiós a la patria chica

y a los amigos y a todo lo que debería ser viejo,

digo en la lejana universidad.


Adiós al sorteo de mesa de Anatomía

y a la imprevista suerte que nos concede un brazo,

digo queriendo saber más con dieciocho.


Adiós a la beca por las denuncias del SEU

y a la nocturnidad de crear un sindicato libre,

digo con compañeros ya a los veinte.


Adiós a Villaverde, Botella y López Ibor,

y a Vallejo-Nájera y a los infractores de Derechos Humanos,

digo huyendo de golpes.


Adiós al obligatorio servicio militar

y al destierro a cuarteles de Ceuta con soldados,

digo negándome al disparo en el blanco.


Adiós a África y al desfile solemne

en el paso siniestro de la Semana Santa,

digo dudando qué es ejército.


Adiós a mi paz en la España conforme

y al sainete aceptado de espectadores mansos,

digo bajo la nube.


Adiós a todo y a lo que ya muere

y a la sospecha de un error dudoso,

digo buscando el sol.


Adiós a las nubes tristes y al imposible

de buscar el libro que yo quiero,

digo huyendo hacia el norte.


Adiós a las aventuras y sea bienvenida Ella

un día de mucha luz con su cordura,

digo donde se dobla por la mitad el libro. 


Adiós a mi suegro, buen tendero,

intrigado de que todos los días de Noviembre del 75

se le agotara el champañ. 


Adiós al aturdimiento de mi valor histórico

por ser quien soy bajo quien fui, 

digo respirando de verdad.


Adiós no obstante a la creencia de que nada se repite 

y que empieza a dolerme otra vez donde siempre,

digo ya con la mosca tras la oreja.


Adiós pues a los adioses y a lo mal creído

y bienaventurada sea la duda que se pretende esperanza, 

digo ya con historia que contar a curiosos.





paradoja

 

A Wessel Zapffe, filósofo del por qué la Humanidad,

y quizá alpinista por eso, de montañas heladas 

con crujido de hielos,

—quizá se piense mejor desde la altura

viendo así qué hacen los otros—, 

le llamaron pesimista, porque dijo

que la culturalización humana de la naturaleza

era el delito mayor del animal vestido. 

No soy eso, soy antinatalista, dijo a gritos, 

y no tengo hijos por eso, 

educados sin querer

en el pecado mortal de cambiar 

donde vivimos, por ser evolucionados. 

No encajamos en este lugar de vida,

el diseño está mal hecho, somos una paradoja

si anhelamos justificar 

el sentido de la vida y de la muerte 

destruyendo la natural maravilla que nos hizo, 

pues no hay tragedia mayor

que un progreso permanente 

en aceleración constante ilimitada

en pensamiento e inventos,

sirva para destruir el planeta que tendríamos que salvar.

La paradoja nos coloca 

alineados

en una escala 

animal,

en el final.

Se dejó de estudiar a Wessel Zapffe

en su Noruega nativa

cuando el país se hizo rico de repente, 

descubriendo al escarbar millones de toneladas 

fósiles. 





Antonio Santos


Fuente: Voces del extremo)

 

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