jueves, 27 de junio de 2024

Lola López Martín (España, 1975)

 

Descaminar

 

Deseabas sostener otro gesto,
otra espalda, otro vocabulario, otros pies,
mirar desde otra pupila,
pasar de puntillas, furtivamente,
frente a aquellos rostros que han resquebrajado tu historia:

dimitir del futuro,
maniobrar con otros brazos,
reclinarte en otro asiento.

Despedazaste los zapatos para no presentir la decadencia de la lumbre.
Te abrochaste los ojos para fragmentar el orgasmo.
Te vendiste parte a parte
para deslizarte con silueta de gato sobre los sueños nocturnos
           de las mujeres africanas, los jardineros en paro,
           los mendigos estacionados al filo de la honestidad.

¿Lo sabías?: el cuchillo se fecundaba a sí mismo mientras aprendías
a desasirte de los espejos y de los almanaques,
a desenredarte de los consejos,
de enloquecimientos tiranos,
de tantos candados.

Irrumpiste —loca—
           en el lecho de un amante vampírico
           —hombre crepuscular y abrupto—
y
aceptaste que su efluvio
           te desvaneciera,
te ausentara de ti
           —preñada de hojas secas—;
para escabullirte por fin
           —como una hormiguita huérfana—
           de los territorios del yo.

Y así, descaminando,
te reencontraste, por fin,
para que no se gangrenara la cadencia del respiro.

 

Olvido

 

Ahora que en las muertes sucesivas de la memoria
colecciono pequeñas fracturas de lo cotidiano,
pequeños divorcios de una realidad ya anónima,
                       RECUÉRDAME el momento en que naciste,
                       mis lentos paseos en la tarde
                       y tus abrazos de raíces de campo.
Antes de que el sufrimiento y el placer sean estériles,
antes de que las cosas pierdan su nombre,
y yo pierda la conciencia de las cosas,
                       RECUÉRDAME que te he amado,
                       que me quisiste sin medicina,
                       que nos pertenecimos en otro tiempo
                       de noches de luna antigua sobre la terraza,
                       de cuentos con pan y queso en los domingos pequeños,
                       en otro tiempo en que yo distinguía el tiempo.
Antes de que el reloj me convierta en la costumbre de no ser nadie,
en la inercia de un vivir sin vivir en mí,
                       RECUÉRDAME mi olor a cemento y a limonero,
                       tu sabor a niña descalza y acequia.
                       RECUÉRDAME cuando sabía silbar
                       y diferenciaba traer de llevar,
                       y refrescaba la mirada de los espejos,
                       y reconocía la cama donde reposo,
                       la casa donde está mi cama,
                       la calle donde está mi casa,
                       la sombra de mi casa,
                       la carne de mi sombra.
Ahora que los límites de mi memoria adelgazan los límites de mi mundo,
ahora que cada olvido es una reiteración de suicidios interiores,
                       RECUÉRDAME que fui el hombre que era.
                       RECUÉRDAME que he vivido.
                       RECUÉRDAME que supe de mí.
                       RECUÉRDAME que sigo aquí: en mí, en ti.

a mi padre

 

 

Piedra

 

Uso la palabra para no enloquecer
y percibir
que soy
—quien soy—
Uso la palabra para buscar encontrar buscar
conocer
andar
Palabra para darle forma
—vestido, calzado, diez dedos—
a mi desnudo de carne y beso
[Al exilio entrego mi lenguaje del olvido
—no lo olvido— de los crueles verbos que sembré.]
Creo en la palabra
sol nuestro de cada día
hágase tu voluntad así en el verso como en la tierra
Palabra para estar aquí ahora
—sin más, sin menos—
para decir palabra
Digo: soy piedra cuando digo piedra
Expandí mi grito antes de rasgar la membrana del vacío
Cuento las olas del océano cuando digo tiempo,
más allá del agua y de la sal:
horizonte oteado a través del horizonte
Me llamo golondrina pues golondrina soy,
alas aire deseo erigen mi andamio cuando vuelo
Soy ojo cuando digo rojo,
yerba verde cuando verde hierbabuena
A la sangre nombro cuando digo herida
mutilada herida
herida de voz
asesiné el alfabeto para hablar de muerte
(re)construí el alfabeto para hablar de muerte:
hueco-sinfín-ciclo-pasajero-nonato-inerte
Contigo, palabra, siempre
Soy mundo cuando digo mundo
término y geografía adentro
escalando escarbando nadando haciendo
voy
enmudeciendo de nadie
multiplicando mi humanidad
palabrando en el norte sur este o este
Soy madre cuando digo madre
hija de mis sinónimos
cuerpo de letras
signo
de este poema
con mi propio cuerpo
Antes de ser mujer era
sentido (des)entrañas sentimiento aliento,
como previo al hombre que soy
he sido pálpito
del pálpito
Soy todo cuando digo amor:
todo amo
Antes de ser vida he sido vida
Antes de ser yo
he sido soy fui seré
palabra
para crear la palabra

 

Autorretrato

no empuño espada
no erijo muros
no descanso en el lamento
nunca me he puesto máscara
no formulo plegaria alguna
ni juramento
no tengo despertador
ni me perturba el lunes próximo
ni me aparto del gato negro
no pago hipoteca
no albergo rencor
ni pudor
ni temor
no conozco indiferencia
ni hastío
ni final
ni pedestal
no soy mercader
no soy árbitro
ni lacayo
ni patrón
ni oros llevo
ni promesas quiero
no poseo capote
ni velo
ni héroes
ni dote
nunca calcé zapatos de charol
ni conservo llaves usadas
ni tickets
ni heridas
ni juego a la lotería
ni guardo planos
ni planes
ni prejuicios
ni pretextos
no me como las uñas
ni uso paraguas
ni superlativos
                      tampoco

no creo en los autorretratos
           ni en la confesión
                       ni en la inmanencia
simplemente: soy tal que estoy:
todo mi ser cabe en este punto (.)   y  seguido

(Fuente: Letralia)

 

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