lunes, 24 de junio de 2024

Martín Zúñiga Chávez. (Cusco, Perú, 1983)

 

0. El dulce sonido de la estática en la televisión

Eran los mudos comienzos del siglo. Un chico perdido de dieciséis, luego de celebrar año nuevo durante dos semanas, tomó un bus y viajó al oeste. Al siempre viejo y peligroso oeste. Nadie podía decirle qué tan era el oeste: las ciudades casi costeras donde crecían trampas en cada esquina, donde cualquier sueño puede terminar en algo que devora. Lo de siempre: un migrante con muchos sueños, sueños criados poco a poco en las pantallas de televisión. Sin nadie quien viese por él. Ni él mismo. Siempre se está así de solo en el mundo. La familia es la forma que tienen para hacernos creer que no estamos solos, y en realidad nadie puede asegurarlo: cada familia tiene un criminal o un santo entre sus filas. Un pequeño caníbal totalmente solo. Total que llegó a una ciudad perdida en medio del viejo oeste, una ciudad blanca como un escupitajo de tuberculoso. No sabía cómo comenzar, así que fue anotando poco a poco lo que le sucedía y leyéndolo antes de dormir. Entre escribir lo que le pasaba y leerlo, se iba todo el tiempo. Entonces se vio a sí mismo convertido en palabras sin dirección ni peso, garabateadas en cuadernos escolares y amarillos. Por eso se tiró bajo las ruedas de los trenes en movimiento. Por eso toda la noche previa se dedicó a escribir lo más rápido posible sobre los días que hubiese, las calles vueltas a oscurecer, el agua que no iba a beber. Por eso puso música en la casetera –en aquel tiempo todavía existían caseteras–, juntó su poca ropa en el centro del cuarto, esparció todo con querosene –en aquel tiempo todavía en los grifos vendían querosene– y empezó a quemar todo. Nunca llegó a tener dieciocho, pero poco a poco su imagen se distorsionó con modulación. Por eso de muerto hizo milagros y el pueblo lo santificó. Esto fue antes que todos tengan cámaras a la mano. La calle donde dormía terminó en cenizas, pero no hubo ningún muerto, como sucede con los santos. Esa calle tiene su nombre. No la encontrarás en las guías de turismo, pues es una calle que ha ido viajando por el mundo. Y algunas noches los televisores de la ciudad, sin venir a cuento, se prenden solos, y hay estática y armónicos y la imagen se distorsiona, y algo entre todo ese error pronuncia su nombre. En algunos programas llaman a eso mancias, pero casi nadie se da cuenta, entre tantos televisores olvidados por los que duermen. Por cierto, bróder, ¿qué tanto duermes?

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Impasse

Ya sé. Se trataba de la valentía.
Un buen tema para cualquier conversación.
Terminada la juventud,
se está a merced del miedo,
(Olvido García Valdez)
por eso aman la valentía, como los héroes.

Como si el valor valiera algo. (Bolaño)
La inconsciencia de los héroes al trotar
sin saberlo sobre su piel
esquivando los huecos como sobre las olas
más altas
es solo
…………técnica documental
…………estrategia discursiva.
No tienen el valor de mirar atrás como lo tenía
Apollinaire porque no tienen memoria.
Pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido
(J. L. Borges)
Amar sin aprendizaje degenera, pero te diría
ten el valor de equivocarte. O entra sin naves
en el altamar del sueño.
El sueño que divide sin rencor a sus amantes (Walcott)

Desde la proa se ve cómo el fugaz romper de las olas
es una máquina urdida
para devorar y construir a la vez.
……………………………………………….Debajo
de la marejada florece con amor la verdad
respirando en medio de los huecos
como un joven……elefante pesado y hermoso
…………………………ocultando al sol
…………………………tras su risa de marfil.
Este es nuestro pequeño espacio de confianza. (Watanabe)

Con su solo ojo de arena la verdad vale por su risa.
Y toda risa es liminoide.
Su inundado vacío (como papel
quemado) tiembla bajo el oleaje (y al llegar cerca
del obstáculo la ola crece, crece, se empina
y disminuye de anchura) con el sonido tísico de la hoguera.
No de miedo.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
(Carver) Dentro del tubo de la ola antes de romper
la risa tiembla de emoción
pues hay carencia en su atracción.       Y cadencia.
La atracción de enfrentarse al horror y de tener una teoría sobre él. (Carson)

En un texto de cuatro líneas sales del sueño.
He soñado una fuga. Un «para siempre»
suspirado en la escala de una proa. (Vallejo)
Y alguien, del otro lado, siempre espera.
Impulsada por su angosta velocidad la ola
pierde equilibrio
y se estrella
estruendosa
sobre las peñas rocosas.

«Solo se es valiente para el otro».
Lleno de aforismos acuáticos
la valentía se filtra entre las piedras.
Aunque sin puerto alguno.

………………………….Hueco.
Cuántas costas ficticias
Antes del puerto hay.
(Emily Dickinson)
Cualquier texto puede ser un puerto.
Liminoide. Me gusta esa palabra.
Mas en aquel tiempo,
cuando rompían las olas los puertos
no la conocía.
…………………….Por eso para hablarte
…………………….tuve que referirme
a la juventud
Atardeciendo
Sin amor
Con su boca inflexible
Hacia el mar. (Elytis)

Pero entonces, totalmente trizas, apareces
con una fruta gastada en el hueco de cada mano.

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leí mientras despertaba en el periódico oficial de la nación:
solas se oyen las calles no se garantiza la vigencia de los derechos
y libertades constitucionales en su huir brutal de carnicería
por eso cuando grande como consecuencia de la declaratoria
cesa la plena vigencia de los derechos ciudadanos quisiera ser
lector, algo que es por libertad de acción, detención legal,
interrogatorio a detenidos o presos, libertad de locomoción mucho
más civil, honrado y modesto que este miedo con caries
derecho de reunión y manifestación y portación de armas, contenidos
en los artículos citados pero mientras tanto, escarbo días a mano.

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Brother

Un libro grande es un gran daño.
Calímaco

Un hombre donde comienza el mundo.
Un hombre hueco y su oficina opaca.
Las calles filtrándosele con sus autómatas charcos.
Las calles de tres al cuarto, socarrás, sórdidas, azufres.
Un hombre que a los 12 años descubrió el miedo.
El castillo lo llaman como si no fuera un laberinto.
Miente sobre las cosas que no le interesan.
Ebrio multiplica el ruido. Repetir. Ceremonioso.
Largo bromea con las mozas de las tabernas.
Despliega el invierno para entender el universo.
¿Dónde cabe el sentido del ocio?
Todo tiene monedas en el cuerpo.
Todo debe llevar sellos en el cuerpo.
Mas la risa y la belleza son procaces.
El invierno es casi ruso y la casa caliente.
Ríe de las cosas que no le interesan.
Tiene 21 años cuando conoce la mentira.
Abre sus ojos como el primer bruto libre.
Despliega una soga a ras del suelo para tropezarlos.
Se hace el distraído, el que con él no es la cosa.
No se miente de las cosas que miente.
Tiene 32 años cuando vuelve el miedo.
Las calles a través de la radio nos llevan a la playa.
Opaca es la mesa, la cama, su puño en la fonda,
Donde escupe a juristas ebrios que solo imitan
A Solón, el poeta enamorado de las polillas.
Un hombre tranquilo y peligroso.
Repetir el ruido del invierno dentro de él.
Un tipo que lastima. Que tose sangre.
Tiene 35 años y todo converge. Quemen todo.
Tierra desconocida la tierra de sus zapatos.
Solo con respuestas, un tipo siniestro en apariencia,
Trabaja con ambas manos orfebre y pregunta.
Las calles y su naturaleza de flores descompuestas.
No le interesa cuanto miente sino para reusarlo.
Flores que son una metáfora extrañamente cruda
De su risa afilada de su líquida belleza de mercurio
Para la economía de los clientes del castillo.

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País abierto

a Alarico, todista

mi país es tan pequeño que si me levanto
por el lado izquierdo de la cama
ya soy un extranjero. mi país
no tiene más que una estación solo de salida
de buses. en mi país cuando trajeron
un cristo crucificado para la única iglesia
tuvieron que cortarle un brazo para
que entrara. en mi país los días
duran la mitad. y la gente tiene
herramientas que a la vez son una taza
un taladro una espada un tambor una silla.
para que la comida dure el doble
comemos frente a los espejos.
ahora que viajo me doy cuenta
que solo se puede hacer bien el amor
en mi país. cuando vino la sequía
nadie se dio cuenta. cuando llegó
el invierno incendiamos la iglesia
y creamos al menos tres religiones más.
mi país tiene la misma cantidad
de alfabetos que de personas.
al miedo no lo conocemos pues hemos
sembrado tanto horror en el mundo,
que solo le tenemos pánico a dormir
porque en mi país nadie sabe
convertido en qué se puede despertar.

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Papas y camotes

a Toño, maroquero

cuando cocino el sabor depende
para quién sea y qué tal me caiga.
cuando cocino para mí, por ejemplo,
todo me sale feo, quemado y triste.
cuando cocino para mi madre
todo sabe a leña verde y recojo violetas
en el camino para adornar su lápida
pues como todos saben mamá no está muerta.
cuando cocino para mi padre hay mucho ajo
y pólvora y clavos y esquirlas de mercurio.
cuando cocinamos con mi hijo él dice
que todo le gusta porque él cocina más que yo.
cuando cocino para mi amor estoy distraído
y estas llagas en mis manos son de agua
helada y aceite hirviendo pues las estrellas
son difíciles de sazonar.
cuando cocino para el Hombre
al cual a pesar de todo le tengo fe
las papas saben a papas
y los camotes, a camotes.

 

De No siga a ese pájaro.

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Martín Zúñiga Chávez. Cusco, Perú, 1983. Es poeta, editor, gestor cultural y catedrático. No siga ese pájaro (Paracaídas editores, Perú, 2017) es su más reciente libro. Es también autor de Gavia (Ediciones Fecit, España, 2009), Pequeño estudio sobre la muerte (Ediciones Cope, Perú, 2010), Cover (Editorial Difacil, España, 2011), entre otros títulos. Su obra ha recibido importantes premios en España, México y Perú.  Es maestrista en Literatura con mención en Análisis del Discurso por la Universidad Nacional de San Agustín. Coorganiza el Festival Internacional de Poesía de Arequipa, gestiona espacios literarios (talleres, encuentro con autores, clubs de lectura, etc.) en el sur de Perú y desde hace varios años gestiona el proyecto Urbanotopia.

La selección de textos del libro No siga ese pájaro (Paracaídas editores, Perú, 2017) fue preparada y enviada a nuestra redacción por la poeta Tania Favela Bustillo.
(Fuente: poesía.uc.edu.ve)

 

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