martes, 30 de abril de 2024

Tamara Padrón (Lima, Perú / Vive en San Martín de los Andes)

 

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PECES BOQUEANDO



Recuerdo
placer de haber encontrado el borde de mi cuerpo
en esas apresuradas siestas de la adolescencia.
Todavía tengo un poema apretado acá,
esperando que termine de tocarme para poder salir,
pienso romperme mano
con tal que algo salga o explote.
¿Por qué una mujer llora?
Nunca pude hacerlo del todo bien,
un par de lágrimas no quitan la nada de este mundo.
Mi madre continúa pudriéndose en el fondo de mi cabeza
y solo veo peces tragados por el aire
viscosos, jadeando en el piso
contra las cosas
sobre mi madre.
Solo peces a punto de morir
respirando la última bocanada interminable,
recurrentes y deformes como todo sueño.
Vuelven a posarse moscas en la cara podrida de esa madre
No voy a dejar que me quiten el agua de la piel.
Los peces son como niñas
redondas y abiertas
echadas mientras el mundo pasa a su alrededor,
dando giritos de trompo, rozadas por manos extrañas
arrojadas a la calle como un pedazo más de carne blanca.
Solo cuando cierran los ojos
imaginan que por la noche, las ponen en vasos de agua fría
aunque ellas prefieran un poco de whisky con hielo.
El destino de los peces es semejante al de ciertos hombres
o ciertas mujeres
saborear la propia orina y la ajena
sin tener jamás conciencia de ello
sin que pueda ser de otro modo.
Nuestro destino era arrojar piedras
contra vidrios, contra palabras,
contra otras piedras,
contra este aire que nos revienta.
 
 
(Fuente: Daniel Rafalovich)

 

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