REDENCIÓN
Irse, atravesado un dragón en el esófago, desplegadas las alas y la melena de la noche desmedida.
Irse, en soliloquio perverso, criminal, desmesuradamente apasionado, arpegio de infinitud.
Pero irse, con decisión de huracán batiendo las puertas numerosas del después.
A horcajadas del corcel del viento, irse, ingobernable, englutido el tiempo en píldora carmesí de aborricidio. Violáceo tinte las uñas del horror, estrangulado el revés de la apariencia.
Huir del odio por todo hemisferio, latitud, decímetro cuadrado, por todo decibel, onda y diámetro.
Huir, con todo el cuerpo, con toda el alma, con toda esqueletosa célula del adiós.
Huir a todo tranco, huir ciempiés, guepardo, armagedón, silueta en fuga, epicentro, sirena de alerta el corazón.
Irse enteramente, limpiamente, hasta morirlo.
Sin prisa sin pausa
Chivilcoy, Buenos Aires, Argentina
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