Retrato del Poeta
Jose Hernández 1834-1886 |
Imagínenselo:
tenía más de un metro ochenta de estatura,
cuerpo de león,
pero en el medio del pecho
un signo trémulo y fatal
como el amor y el fuego.
Nació en Perdriel, en San Isidro,
bajo la leche infinita de la noche austral.
Atónita se detendría su alma
ante la llanura perfumada e inmensa,
los ríos frutales,
el tierno silencio del mundo.
Y de improviso los oiría romperse
bajo el galope mortal de la anarquía,
aprendería el dogma implacable
de la ardiente tierra
que le habían destinado: imagínenselo.
Comprendan, se educó en los campos,
en jóvenes ciudades, vería
las libres caballadas del alba
surgiendo de lagunas brumosas,
cubiertas del misterio
con que empieza la vida, habrá tocado
criaturas humilladas, pobres
caídas, todo el dolor argentino
en su abierta llaga,
mientras en su centro puro
la poesía se alzaba
soñando las voces nuevas
para una belleza de rostro arrasado.
Peleó en Pavón, en la guerrilla litoral,
en Sauce, en Cepeda,
y en las noches absolutas del vivac
vislumbraría el reino de hermanos
que un día, con el poder de quien entra
a casa de su enemigo
con una flor en la mano,
irrumpirá,
dispersará eternamente la tristeza,
el mal, la pena: comprendan.
Piensen que aún no se detuvo: dirigió
El Argentino, El Río de la Plata fundó
lo eligieron diputado, lo llamaron
senador y como un río que corre,
como el trigo que nace,
como un mar que golpea,
estuvo siempre de parte de los vencidos,
fue para ellos el ojo celeste,
el pan y el vino: piensen.
Pero imaginen sobre todo su boca,
moldeada para decir lo terrible,
su boca en la hora en que
bruscamente
el poema empezó a brotarle
igual que a un árbol las incesantes
hojas, pájaros, milagros, el peso
de la tierra ascendiendo así
hacía la luminosa cúpula del cielo.
Esa hora en que el amor
borraba sus rasgos, su íntima historia,
su cruz y su corona, su nombre mismo,
el José Hernández, esa hora de su nacimiento
y de su muerte, ese instante
en que no era nadie y era todos
en el canto: imagínenselo.
Imagínenselo ahora,
mercaderes, capitanes, políticos,
hombres eminentes y hombres oscuros,
almas enfermas de un tiempo
que perdió el futuro, imaginémoslo.
Su corazón late todavía
en el vivo viento de las tardes claras,
toquémoslo con el sentimiento y la mente:
será como si nos purificáramos. ….
H.A. Murena
(Buenos Aires, 1923 - 1975) Narrador, poeta, ensayista y traductor.
Publicó los siguientes títulos: Primer testamento (cuentos, 1946), La
vida nueva (poesía, 1951), El pecado original de América (ensayo,
1954), La fatalidad de los cuerpos (novela, 1955), El centro del
infierno (cuentos, 1956), El círculo de los paraísos (poesía,1958), Las
leyes de la noche (novela, 1958), El escándalo y el fuego
(poesía,1959), Homo atomicus (ensayo, Premio Municipal de Buenos Aires,
1961), Ensayos sobre la subversión (ensayo, 1962), Relámpago de la
duración (poesía,1962), El demonio de la armonía (poesía, 1964), Los
herederos de la promesa (novela,1965), Epitalámica (novela,1969), El
hombre secreto (ensayo,1969), Polipuercón (novela, 1970), El coronel de
caballería y otros cuentos (1971),Caín a muerte (novela, 1972), La
metáfora y lo sagrado (ensayo, 1973), El águila que desaparece (poesía,
1975) y Folisofía (novela,1976). Fue colaborador de la revista Sur y
del diario La Nación y tradujo al castellano a Walter Benjamin y Theodor
Adorno.
(Fuente: Alpialdelapalabra)
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