2 poemas 2
s/d del autxr |
Inicié mi día con un acto mágico:
limpié los vidrios de las ventanas,
la mirada hacia el futuro
Les dí con ganas,
pero quedaron rayados
¿Malos augurios?
Vetas de lo que no controlo,
de lo imposible de saber
Sigo ahora por el espejo,
el presente
Ojalá tenga más suerte
y mis ojos me regalen
el coraje para adentrarme
entre las vetas
de Vetas de lo que no controlo, Ediciones Halley, 2023 |
B O N U S T R A C K
Obra de Andrea Kowch |
Es otoño.
Después de tres días grises,
hoy hay sol
Tengo mandarinas y poco tiempo
El río está cerca y lejos
Subo a la terraza
y recuerdo el otoño del 2020,
nuestro único sol permitido,
al alcance del cuerpo
sin la excusa de las compras
sin terminación del DNI
sin el miedo mío a la yuta
sin el miedo tuyo al virus.
El sol atenuado del otoño,
los colores más apagados
en el 2021 aún me demolían,
en el 2022 todavía jodían
en el 2023 apenas duelen.
Otras heridas siguen actuando
cuando cruzo las interminables puertas de la cárcel,
cuando yo salgo y detrás dejo mil presos,
vuelvo a sentir en el cuerpo,
una y otra vez,
que no hay peor pena que el encierro,
que no hay crimen que justifique que te quiten la libertad
de usar tu cuerpo,
tu tiempo
tu espacio
a discreción
a que exista el cuerpo como propio
el tiempo como propio
el espacio como propio
y pienso en los mil motivos por los cuales esas cosas se nos expropian,
se nos niegan,
siendo que hay espacio para todxs,
siendo que algunxs son dueñxs de comprar el tiempo de otrxs,
siendo que hay cuerpos sometidos
al abuso de padres y maridos y chulos y médicos y jefes y mandatos de belleza
Y pienso de nuevo en qué es la libertad,
esa fiebre,
y siento que no puedo explicarla más que por su opuesto,
como no se siente la salud hasta que una muela dolorida ocupa todo.
Así se presenta la libertad,
como su opuesto,
como un pecho ahogado,
como una mueca mordaza,
como miedo.
Creí que el otoño ya no dolía,
supongo que habrá que pasar algunos más antes de poder cantar victoria.
Y lloro un poquito,
solo porque puedo.
Y siembro semillas de mandarina
sobre una membrana plateada
estéril y cegadora
en una terraza que se eleva sobre una ciudad
también estéril
también cegadora
más o menos como cualquier ciudad
de estos tiempos que creemos nuestros.
(Córdoba, Argentina, 1983)
(Fuente: Emma Gunst)
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