CANCIÓN DE CUNA
Buscarte allí fue en vano.
En el desierto
hay menos espacio que frío
en el invierno.
Unos tienen muñecos, pelotas,
la casa llena.
Tú, para tus juegos de niño,
toda la arena.
Acostúmbrate, hijo mío, al desierto
como a tu destino.
Dondequiera que estés, en él ahora
has de vivir.
Te amamanté con mi pecho.
Y éste
acostumbró tu mirada a la soledad,
y se llenó de ella.
Aquella estrella a pavorosa distancia
acaso aquí vea mejor
de tu rostro
el resplandor.
Acostúmbrate, hijo mío, al desierto:
bajo tu pie,
no hay otro suelo firme,
sino él.
Allí, el destino está ante la mirada,
a plena luz:
a la legua se distingue la montaña
por la cruz.
Es grandioso y solitario -¡No son humanos
sus caminos!-
para que vayan pasando
los siglos.
Acostúmbrate, hijo mío, al desierto,
como el polvo
al viento, sintiendo que tú no eres
sólo un cuerpo.
Acostúmbrate a vivir con el misterio:
este saber, tal vez,
podrá ayudarte en aquel vacío
sin límites.
No es peor que el de aquí: tan sólo
dura más;
Y el amor hacia ti demuestra que tienes
en él lugar.
Acostúmbrate, querido, al desierto
y a la estrella
que con su incandescente luz
todo lo deslumbra,
como el candil que recordando a su hijo enciende
en la hora tardía
Aquél que lleva en el desierto
más tiempo que nosotros.
*****
Traducción: Svetlana Maliavina y Juan José Herrera de la Muela
(Fuente: Daniel Rafalovich)
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