Abd El-Hadi combate a una superpotencia
En su vida
no escribió ni leyó.
En su vida
no cortó un solo árbol,
no degolló
a ningún ternero.
En su vida no habló mal
del New York Times,
y no levantó
la voz a nadie,
salvo para decir
“Por favor, entren,
no se pueden negar,
por el amor de Dios”.
De todos modos,
es un caso perdido,
su situación
desesperada.
Los derechos que Dios le confirió
son un grano de sal tirado al mar.
Damas y caballeros del jurado:
no sabe nada mi cliente
sobre sus enemigos.
Y puedo asegurarles,
si se topara a la tripulación
del portaaviones Enterprise,
les seriviría huevos
estrellados,
y labneh
recién hecho.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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