Escribo animales,
sostengo sus múltiples extremidades y en la piel de mi selva
los percibo. Famélicos.
Nacen sin futuro. La puerta
para perderse. Suceden. Sucede,
me quedo dormido, o distraído, o muerto
y una bestia veloz gruñe en mi arteria.
Desconsolados. Arbitrarios.
Cuando despierto está hecha la catástrofe. Comiéndose unos a otros. Destrozán
dose. Comiéndome. Destrozán
dome unos a otros. Por escribirlos deficientemente
soy culpable. Unos con otros. Indefinibles. Uno
entre otros. Borro
el mapa de sangre donde pueden
salvarse. Mezclo
gacelas con jaguares
roedores gatos
serpientes insectos sapos, estiran
en mi cuerpo sus músculos
fatales. Los escribo
para la fe. Para no
dilapidarme,
como rastros mnémicos desfilan sus piedras
flotantes en mi garganta,
pero sólo el animal
queda escrito, no mi sed,
-cordero,
ángel,
buey-
no su acecho
no su azar.
Mi abatida obsesión.
Mi circunstancia.
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