Enero
Bajo una llovizna persistente
en las calandrias y alamedas amanece.
Pisan la breve hierba de la muerte
tres poetas.
Uno, sincero y ácido como el vino pagano
bendice a los que luchan, elevados
del torpe mercadeo. Otro, deambula
por entre los deshechos, a la sombra
del árbol sin patria.
Y aún otro, ajeno al furor de eufemismos,
sin temor y sin dudas, va,
sostenido por la belleza.
Tres poetas que, sin prisa,
han cargado sus adargas y llevan lo preciso.
Uribe, Gelman, Pacheco.
Saben, pero no dicen lo que dice la palabra.
No desean más que la gloria del silencio.
La misión
Te has llamado a cuidar al poeta, enfermo de amor.
No es un bello oficio. No existe la posibilidad de salvarlo,
tampoco lo intentes. Sólo sostiene su designio.
Líbralo como al río que lleva la luz, sin regreso.
Déjalo fluir entre sueños tardíos, acaricia la mano temblorosa.
Podrás imaginar trigales y caballos de la infancia,
trasbordos incesantes, avatares de la fe,
la canción que aún adormece a la princesa de hielo.
También conocerás el secreto del pequeño trono de madera,
los tigres del estío, los viejos magos grabados en papel de arroz.
Todo pertenece a ese hombre que te mira con ojos cerrados.
Y tú, allí, aferrada a su hechizo, esperas despertar, ya sin él.
Talampaya
Camino detrás del silencio.
Los pasos son cortos, pesados.
En medio de una naturaleza extraña, inmóvil,
el sol cobija mi desamparo.
No intuyo el rumbo. Todo es turbio.
Levanto una piedra, se deshace en mis manos.
Sorbo un trago de agua, se vuelve sal en la boca.
Siento que la vida se extingue, que no hay futuro.
Recuerdo a mi madre, el vaticinio de aquella pitonisa.
El milagro está sujeto a los pies.
Ahora entiendo. Lo único que me salva es el camino.
Ir siempre por él, a contraviento de la adversidad.
Algún día llegaré a la ciudad que no existe.
Caballo de Vivoratá
Solo
en medio del pajonal
envuelto en bruma,
plantado como un álamo.
Solo
sin jinete en el lomo.
Ojos abiertos al horizonte,
centinela de su propia sombra.
Solo
entre fango y vizcacheras,
hunde sus patas en el bañado
a la espera de una lluvia lerda.
Solo
en medio de la soledad
apaga el sol con un relincho.
Y hace desaparecer la tarde.
César Bisso
Coronda, Argentina, 1952
Poeta, sociólogo, periodista independiente. Ha publicado libros de poesía y ensayo, entre ellos De abajo mira el cielo, La Jornada, Las trazas del agua, Cabeza de Medusa, Un niño en la orilla, Permanencia, Andares. Obtuvo diversos premios literarios y participó en encuentros, festivales y ferias de libros de su país y del exterior. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, portugués, italiano, árabe y griego.
(Fuente: Revista latrini.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario