CÁLAMO
El maestro calígrafo
escoge el de piel de cordero,
lo huele.
Allí su pluma,
noventa y nueve veces,
borrará un nombre.
Su arte sabe perderse
en la belleza de las formas.
El maestro calígrafo
confía sus trazos
a una caña,
a la insistencia de un nombre,
al lábil vacío
de su mortalidad.
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