EL GUITARRERO
El guitarrero es siempre
un hombre ensimismado, culpa
de la guitarra. El hombre
atención la cabeza hacia un costado
como escuchando absorto
su propio cuerpo. Y esto es verdad
pues la guitarra tiende
a apoyarse, adherirse y obstinada
entra en el guitarrero por el vientre.
Por eso el guitarrero
es hombre ensimismado y anda ajeno;
sus entrañas le bastan
para entender que en todo este tumulto
feroz y sin sentido
hay algo, no sabemos, que se salva
y para el hombre tiene
la forma, la extrañeza de un acorde
que escucha desde el ámbito
del cuerpo –uno diría– aguitarrado.
II
Me contó un guitarrero
que una dulce razón hay en el hecho
de tocar la guitarra: es el apoyo
de su brazo en la curva
que entra a buscar el centro de la caja.
Ese leve reposo
de la carne concede
la explicación más vasta de la vida.
Yo alabé su certeza y vi más claro;
y pensé: cuando uno
quedando a oscuras no comprende nada
de lo que pasa aquí, en las relaciones
entre el mundo y las cosas, el orgullo,
lucidez y piedad se desmoronan
como buscando un sitio que responda
al sueño que merecen
y justifique lo que se ha perdido.
Uno comprueba entonces
sin júbilo y sin pena, pero sí
con un poco de paz bajo la frente
que el lugar del sentido está en el centro
de lo que somos, una
especie de retorno a la primera
interrogación, una
vuelta sosegada hacia el asombro.
De modo que mi brazo, en su descanso,
–contaba el guitarrero–
me remite, sin duda, a lo que soy
y las cuerdas responden por mí mismo.
(Tomado de revista "Sur", mayo y junio de 1962, Buenos Aires, p. 16-17).
(Fuente: Juan López)
No hay comentarios:
Publicar un comentario