viernes, 20 de agosto de 2021

Víctor Pérez (Oviedo, España, 1978).

 

 

OTRO CÓCTEL PARA EL ESPÍRITU

 

 

Después de la destrucción del Mediterráneo llegó ese dinero de Valladolid.

Cuando yo muera quiero que os metáis con guitarras en las iglesias hasta que vuelva.

De Homero a Kerouac todo es el mismo delirio. Una honestidad tremenda, a la vez bonita y horrible. Todos los software de prosa diabólica serán abducidos.

En la música la letra y la música son secundarias. La música se cura rezando. Ser escuchado se cura.

Me gusta que las drogas ganen.

No dejéis que los significados hermosos os controlen. La felicidad y la inteligencia y la verdad deben ser superadas. Ojalá pudiera yo soportar coitos permanentes.

El arte es una mancha en nuestro nombre. El arte nunca nos hace llegar al fondo del asunto. Yo quiero fecundar la televisión americana con una lección de arte a las tantas.

Y todo lo probé, y lo probé como es debido en las edades misteriosas, cuando yo solo era una alternancia de amor y desdén. Y en el Reencuentro night club de Zaragoza las chicas te llamaban cobarde y subnormal si la tenías pequeña pero bonita. Levanté mi obra como un perro, como si no existiese ya sobre la Tierra.

Y solo creía en la velocidad a la que me desplazaba por la cocina, porque esa era mi fuerza suspendida por el mundo. Y el espíritu de las palabras para mí era nada. Y una vez me fui de viaje de fin de curso a Mijas (Málaga) y volví, porque yo no era de los que morían en los viajes de fin de curso. Volví y traje una taza. Y durante décadas la estuve mirando. Durante décadas estuve ardiendo en solitario en casa de mi abuelo, mirando aquella taza de recuerdo de Mijas. Aquella taza que vale más que todos nuestros padres juntos.

Dios no sabe que es Dios. Mandé a Dios.

Yo fallé. Mi obra falló. Amé duro.

 

 

UNO SOLO ES UNO EN LA FOTO DEL PASAPORTE

 

Remato a Cobain. Remato a Chaplin. Para mí son todos el mismo ente y no contemplo edades. Salgo de entre los muertos al volante de un Taunus. Dejo atrás la plantación, la pradera, la foto del marciano triste y desesperado, las gasolineras azules.

Voy a tatuarme el nombre de tu abuela en la frente y coger un coche desde Badajoz. Se trata de encontrar un sitio seguro donde poder respirar, y hacer algo tan real con la vida que nuestros nombres duren mil años. Las palabras son cosas del pasado. Los actos son cosas del pasado. Los que eran hipnotizados nos describían como el más antiguo y luminoso amor de siglo en siglo y las naciones sin fin nos invocaban.

Bajo todas esas frases que he visto desde siempre no había ni una realidad sólida. Solo siervos, amapolas, decisiones, mundos. Toda frase es la gran cavidad. A veces miro las colinas radiantes y pienso que no estoy entre vosotros, porque soy la proyección de cuatro muchachos que son ninguno en un salto de sentido no trascendente. Por las noches me acerco a la pista de baile para destruirme. En mi hombro un loro de Tennessee.

Yo había venido para vengar a todos los Lincoln Continental negros de la historia. Pero prometí a mi gente que ninguno de nuestros viajes tendría un significado claro. Era la época de celo. No sabía sus nombres. Tuve alguna noche de pasión con aquella vieja que levitaba. Valía y no valía su claridad.

Hola. Llevo años aquí. Estoy cansado de mis mierdas y con muchas ganas de seguir rompiendo la magia del mundo. Mi mejor amigo es un puto mierda y yo el más falso y vacío de todos los hombres.

Estoy igual de hecho polvo y reventado que siempre. Cada vez tengo más el cuerpo de mi prima. Pasé mi juventud entre el psycho pop, los colegas fumaetes y la gente que me llamaba Ozil. Me enciendo el puro y el delgado y fino porro, me abro la camisa y siento que dios/yavhé/jehová/buda/allah/el destino y un meteorito, todos juntos, cumplirán mis dos sueños algún día. 1. Morir solo, viendo el tráiler guapo de Narcos y Rosalía meando a lo lejos. 2. Yo compartiendo jeringuillas con los de Bordon 4, mientras escuchamos en bucle Campanera de Joselito en el Quijote night club. Casi ángeles.

Ojalá vuelva yo un día como un donnadie sanguinario. De momento me visto de vampiresa folclórica y voy dejando un rastro de sangre muy de coño por la nieve.

Cuando no le importaba a nadie vi a la virgen y me dijo que la vida es una sucesión de sombrías raves en descampados, sombrías revelaciones, sombríos partidos de la liga turca, sombríos caprichos, sombríos bares a la deriva, sombrías horas esperando mamadas sombrías, sombríos días muy solo dispuesto a cualquier cosa sombría. Me gusta rondar mansiones y caer en picado en clubs perdidos, retumbar en las cosas que redimen el mundo.

Ser un guitarrista down

salir de un manicomio en la frontera

hay un metro de nieve, te abren paso a paladas

llegar a casa el día de la lotería

pillar un cebollazo y no soltarlo hasta la

noche de reyes

digerir hermosos errores del pasado y

amores fugaces que nunca tuvieron lugar

ir a pata hasta un bar de carretera

dos mil km al norte

donde tienen enjaulado a un viejo amigo

chalado, cuyas palabras nunca tuvieron

valor, volarle la cabeza al colega

después de soltar un par de frases

retorcidas y brillantes al dueño, salir

de allí

esperar el bus, sentarte en

ventanilla

llegar a tu pueblo a los tres días

triste

aparecer entre la niebla

entre la niebla.


 

 

(Fuente: Lowfiardentía)

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