Deus loci
I Se hunden todas nuestras religiones mas vosotros permanecéis, pequeños deus loci, quemados por el sol seguros en el natal santuario, paisaje del precoz corazón sureño, continuamente vueltos a la vida en el manar trágico y común de la pasión, sin embargo incorregible. En cada extraordinaria carcajada oída por casualidad vuestro ejemplar lo es todo: acentos del diosecillo parloteante, parte animal, parte insecto, parte ave. II Este polvo, este polvo real, nuestra madre modelada por la lluvia de la primavera, cuyas gotas suaves y pálidas consolan la sola fiebre del viñedo o de la región, cae ahora con suave percusión sobre la piel de la tierra, de arrugada membrana antiguamente tensa: cada gota haría pensar en una huella del dios, mas fuera de su tiempo, sin embargo, en vuestra súbita llegada sabemos que la vida vive por sí misma sin recurrir a la razón. III En cuantas de vuestras clementes primaveras parten los pescadores, los guardabosques abandonan sus vacíos anteojos, se levantan, confrontan el lucero del alba, y aceptan la protección inmotivada de todo lo que sóis. Deseo recapturado en mar o tierra en fábulas de peces, o uvas sostenidas con la mano un puñado de vino sin par brillando como vitrales, en la mano temblorosa de un borracho. IV Todas las religiones del polvo pueden decirlo: A Adán y a sus antecesores les fue dado este cuerpo de húmeda arcilla que tanto les estorbará; material para la lámpara y la cuchara y el cuerpo y así renovar vuestro santuario de terracota, cuyos cupidos sin vergüenza se enroscan como resortes de reloj en un beso o se vuelven putti en el lecho del amante, o amorini de la pequeña choza del pastor, para hacer una fábula de todos nosotros. V Conocidos antes de la purificación de los dioses siempre que la negligencia de la naturaleza expuso sus hijos al temor de lo desconocido: por familias unidas alrededor de una vela moribunda en una enfermedad sin esperanza, o por marineros sobre acometidas cubiertas y bajo planetas amortajados: siempre que lo desconocido desplazó lo conocido disteis ánimos con el compañerismo del vino, del amor y de la labranza: y en la desesperación sólo había que pensar en vosotros, y allí ya estábais. VI La nariz aguileña, los peludos miembros compusieron estos vinos, estos humildes vinos; tan dedicados a sí mismo, sin embargo ofrecen en la negra espuma de las uvas aumento del placer o de la tristeza cuando un pobre campesino al robusto tañer de una campana de iglesia se santigua: sobre un roto pedestal al lado del suspirante mar, eternamente alza elemento a elemento, su pequeño alimento del almuerzo, pan y ajo, la botella de vino y la copa. VII Imagen de nuestro propio polvo el vino. Bebedores de este real polvo prensado gota a gota con ciencia y amor, en modelo de la imagen del dios fugitivo, humana como la nuestra. O si no en otras mezclas, aliento de besos goteados bajo el oscuro farol del higo al mediodía; amantes como huéspedes del pozo de los deseos, cuyos latidos trabajan aunque todo el tiempo se haya detenido. VIII Vuestro pánico compañerismo está por doquier, no solo en la primera gran enfermedad del amor conocida pero en el exilio de los objetos que han perdido el contexto, rotos corazones, leche derramada, promesas no cumplidas, leyes olvidadas: y sobre el litoral caudal de anciano piloto en harapos de velas, rotos remos, jarras de agua obstruídas por la arena, y más adelante, medio escondida, la carta fatal en los fríos dedos de una marmórea mano. IX Deus loci vuestras provincias se extienden por todos los dominios de la lógica, más allá de los ojos que vigilan polvorientos murales, o de la crítica impaciente del filósofo por comprender, por hacerse con la vida: más allá, más allá incluso de las oscuras revueltas de una mente, en una guirnalda de vides o en una vieja cruz de cera podéis volveros niñera y esposa de los necios, su desnudez y sus hechos, toda la ganancia del corazón o su pérdida. X Así hoy día, después de muchos años, nos encontramos en esta alta ventana dominando lo mejor de Italia, sonriendo bajo la lluvia, que repiquetea en las hojas como excrementos de gorriones, y dispersa a los segadores, a las muchachas quemadas por el sol, y se eleva en el ácido polvo de esta mesa, estos libros, cartas sin terminar, todo refrescado de nuevo por ti, oh espíritu del lugar, presencia hace tiempo prometida, demorada y esperada y en este sitio encontrada frente a frente. Forio d’ Ischia.
(Fuente: El hombre aproximativo)
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