miércoles, 4 de agosto de 2021

Eunice Odio (Costa Rica, 1919 - Mexico, 1974)

 

 

Los elementos terrestres

 

 

 

 

Poema primero
POSESIÓN EN EL SUEÑO

 

Ven

Amado

 

Te probaré con alegría.

Tú soñarás conmigo esta noche.

 

Tu cuerpo acabará

donde comience para mí

la hora de tu fertilidad y tu agonía;

y porque somos llenos de congoja

mi amor por ti ha nacido con tu pecho,

es que te amo en principio por tu boca.

 

Ven

Comeremos en el sitio de mi alma.

 

Antes que yo se te abrirá mi cuerpo

como mar despeñado y lleno

hasta el crepúsculo de peces.

Porque tú eres bello,

hermano mío,

eterno mío dulcísimo,

 

Tu cintura en que el día parpadea

llenando con su olor todas las cosas,

tu decisión de amar,

de súbito,

desembocando inesperado a mi alma,

 

Tu sexo matinal

en que descansa el borde del mundo

y se dilata.

 

Ven

Te probaré con alegría.

 

Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.

 

Hablaremos de tu cuerpo

con alegría purísima,

como niños desvelados a cuyo salto

fue descubierto apenas, otro niño,

y desnudado su incipiente arribo,

y conocido en su futura edad, total, sin diámetro,

en su corriente genital más próxima,

sin cauce, en apretada soledad.

 

Ven

te probaré con alegría.

 

Tú soñarás conmigo esta noche,

y anudarán aromas caídos nuestras bocas.

 

Te poblaré de alondras y semanas

eternamente oscuras y desnudas.

 

 

 

 

Poema segundo
AUSENCIA DE AMOR

 

Amado

en cuyo cuerpo yo reposo,

 

Cómo será tu sueño

cuando yo te he buscado sin hallarte.

 

Oh,

Amado mío, dulcísimo

como alusión de nardo

entre aromas morenos y distantes,

 

Cómo será tu pecho cuando te amo.

 

Cómo será encontrarte cuando es amor tu cuerpo

y tu voz,

un manojo de lámparas.

 

Amado,

hoy te he buscado

por entre mi ciudad

y tu ciudad extraña,

donde los edificios

no se alegran al sol,

como frutales conchas

y celestes cabañas.

 

Y andaba yo

con un crepúsculo enredado entre la lengua,

 

Con aire de laguna

y ropa de peligro.

 

Me vio desde su torre

un auriga de jaspe,

 

Yo te andaba buscando

por entre el verde olor de sus caballos,

 

Por entre las matronas

con pañales y pájaros;

 

Y pensando en tu boca

reposaban mis ojos,

como palomas diurnas

entre hierbas amargas.

 

Y te buscaba entonces

por las inmediaciones de mi cuerpo.

 

Tú me podías llegar

desde el suceso cálido.

 

 

II

 

Amado,

hoy te he buscado sin hallarte

por entre mi ciudad

y tu ciudad extraña,

 

Junto a alquerías errantes

guardadas por el campo

y de agitado pasto vencidas y entornadas.

 

Y de pronto llegaste,

huésped de mi alegría,

y me poblé de islas

con tu brillante dádiva.

 

Desde la brisa fresca llegaste

como un niño con un pañuelo blanco

 

Y la noche voló de sueño entre las ramas,

junto al gozo del agua y el rastro de la abeja.

 

Amado,

en cuyo cuerpo yo reposo

y en cuyos brazos desemboca mi alma,

 

Cómo será no hallarte en la distancia,

y llegar a tu cuerpo como los alimentos

reanudados al calor de la gracia

necesaria y perdida.

 

Estar donde no estoy más que de paso,

no estar donde tu aliento me contiene

y me desgarra

como una piedra el alma.

 

Cómo será tener,

de golpe, el cuerpo dividido

y el corazón entre las manos

congregado y solo.

Amado,

hoy te he buscado sin hallarte

por entre mi ciudad y tu ciudad extraña,

y no te he hallado.

 

Cómo será buscarte en la distancia.

 

 

 

 

Poema tercero
CONSUMACIÓN

 

Tus brazos

como blancos animales nocturnos

afluyen donde mi alma suavemente golpea.

 

A mi lado,

como un piano de plata profunda

parpadea tu voz,

sencilla como el mar cuando está solo

y organiza naufragios de peces y de vino

para la próxima estación del agua.

 

Luego,

mi amor bajo tu voz resbala,

 

Mi sexo como el mundo

diluvia y tiene pájaros,

 

Y me estallan al pecho palomas y desnudos.

 

Y ya dentro de ti

yo no puedo encontrarme,

cayendo en el camino de mi cuerpo,

 

Con sumergida y tierna

vocación de espesura,

 

Con derrumbado aliento

y forma última.

 

Tú me conduces a mi cuerpo,

y llego,

extiendo el vientre

y su humedad vastísima,

donde crecen benignos pesebres y azucenas

y un animal pequeño,

doliente y transitivo.

 

 

II

 

Ah,

si yo siquiera te encontrara un día

plácidamente al borde de mi muerte,

soliviantando con tu amor mi oído

y no retoñe…

 

Si yo siquiera te encontrara un día

al borde de esta falda

tan cerca de morir, y tan celeste

que me queda de pronto con la tarde.

 

Ah,

Camarada,

 

Cómo te amo a veces

por tu nombre de hombre

 

Y por mi cuello en que reposa tu alma.

 

 

 

 

Poema cuarto
CANCIÓN DEL ESPOSO A SU AMADA

 

Asomada a mi pecho

tatuada en él como la edad

y el daño.

 

Como una suave grey de colinas

cuyo rumbo retorna con el alba,

 

Habla mi amada

con su amor que tiene

apenas pecho diurno y voz descalza.

 

A mi sombra

se bordearon de pulpa sus caderas.

 

Por mí arrea con sus pechos

el ganado del alba,

 

Y la tarde a su paso se quebranta,

como de junco herido

y laurel entornado.

 

Párpados transitados

de nieve y mediodía,

 

Pozo donde mi boca

desmedida resbala

como torrente de paloma

y sal humedecida.

 

Sobre los muslos te pusieron

racimos de ira y vocación de besos.

 

Yo haré que de tus muslos

bajen manojos de agua,

y entrecortada espuma,

y rebaños secretos.

 

Ven,

Amada.

 

Los árboles

todos tienen tu cándida estatura,

y tu párpado caído,

y tu gesto mojado,

 

Edificio de alondras

habitado de climas

donde legisla el sol

sobre viñedos de oro.

 

A tu sombra

me encontrarán los pájaros salvajes.

 

Tu voz de aire caído

entre cuatro azucenas,

desfilará en mi oído

como acude la tarde.

 

Ven,

te probaré con alegría,

tú soñarás conmigo

esta noche.

 

 

(Fuente: Revista Altazor)

 

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