Los elementos terrestres
Poema primero
POSESIÓN EN EL SUEÑO
Ven
Amado
Te probaré con alegría.
Tú soñarás conmigo esta noche.
Tu cuerpo acabará
donde comience para mí
la hora de tu fertilidad y tu agonía;
y porque somos llenos de congoja
mi amor por ti ha nacido con tu pecho,
es que te amo en principio por tu boca.
Ven
Comeremos en el sitio de mi alma.
Antes que yo se te abrirá mi cuerpo
como mar despeñado y lleno
hasta el crepúsculo de peces.
Porque tú eres bello,
hermano mío,
eterno mío dulcísimo,
Tu cintura en que el día parpadea
llenando con su olor todas las cosas,
tu decisión de amar,
de súbito,
desembocando inesperado a mi alma,
Tu sexo matinal
en que descansa el borde del mundo
y se dilata.
Ven
Te probaré con alegría.
Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.
Hablaremos de tu cuerpo
con alegría purísima,
como niños desvelados a cuyo salto
fue descubierto apenas, otro niño,
y desnudado su incipiente arribo,
y conocido en su futura edad, total, sin diámetro,
en su corriente genital más próxima,
sin cauce, en apretada soledad.
Ven
te probaré con alegría.
Tú soñarás conmigo esta noche,
y anudarán aromas caídos nuestras bocas.
Te poblaré de alondras y semanas
eternamente oscuras y desnudas.
Poema segundo
AUSENCIA DE AMOR
Amado
en cuyo cuerpo yo reposo,
Cómo será tu sueño
cuando yo te he buscado sin hallarte.
Oh,
Amado mío, dulcísimo
como alusión de nardo
entre aromas morenos y distantes,
Cómo será tu pecho cuando te amo.
Cómo será encontrarte cuando es amor tu cuerpo
y tu voz,
un manojo de lámparas.
Amado,
hoy te he buscado
por entre mi ciudad
y tu ciudad extraña,
donde los edificios
no se alegran al sol,
como frutales conchas
y celestes cabañas.
Y andaba yo
con un crepúsculo enredado entre la lengua,
Con aire de laguna
y ropa de peligro.
Me vio desde su torre
un auriga de jaspe,
Yo te andaba buscando
por entre el verde olor de sus caballos,
Por entre las matronas
con pañales y pájaros;
Y pensando en tu boca
reposaban mis ojos,
como palomas diurnas
entre hierbas amargas.
Y te buscaba entonces
por las inmediaciones de mi cuerpo.
Tú me podías llegar
desde el suceso cálido.
II
Amado,
hoy te he buscado sin hallarte
por entre mi ciudad
y tu ciudad extraña,
Junto a alquerías errantes
guardadas por el campo
y de agitado pasto vencidas y entornadas.
Y de pronto llegaste,
huésped de mi alegría,
y me poblé de islas
con tu brillante dádiva.
Desde la brisa fresca llegaste
como un niño con un pañuelo blanco
Y la noche voló de sueño entre las ramas,
junto al gozo del agua y el rastro de la abeja.
Amado,
en cuyo cuerpo yo reposo
y en cuyos brazos desemboca mi alma,
Cómo será no hallarte en la distancia,
y llegar a tu cuerpo como los alimentos
reanudados al calor de la gracia
necesaria y perdida.
Estar donde no estoy más que de paso,
no estar donde tu aliento me contiene
y me desgarra
como una piedra el alma.
Cómo será tener,
de golpe, el cuerpo dividido
y el corazón entre las manos
congregado y solo.
Amado,
hoy te he buscado sin hallarte
por entre mi ciudad y tu ciudad extraña,
y no te he hallado.
Cómo será buscarte en la distancia.
Poema tercero
CONSUMACIÓN
Tus brazos
como blancos animales nocturnos
afluyen donde mi alma suavemente golpea.
A mi lado,
como un piano de plata profunda
parpadea tu voz,
sencilla como el mar cuando está solo
y organiza naufragios de peces y de vino
para la próxima estación del agua.
Luego,
mi amor bajo tu voz resbala,
Mi sexo como el mundo
diluvia y tiene pájaros,
Y me estallan al pecho palomas y desnudos.
Y ya dentro de ti
yo no puedo encontrarme,
cayendo en el camino de mi cuerpo,
Con sumergida y tierna
vocación de espesura,
Con derrumbado aliento
y forma última.
Tú me conduces a mi cuerpo,
y llego,
extiendo el vientre
y su humedad vastísima,
donde crecen benignos pesebres y azucenas
y un animal pequeño,
doliente y transitivo.
II
Ah,
si yo siquiera te encontrara un día
plácidamente al borde de mi muerte,
soliviantando con tu amor mi oído
y no retoñe…
Si yo siquiera te encontrara un día
al borde de esta falda
tan cerca de morir, y tan celeste
que me queda de pronto con la tarde.
Ah,
Camarada,
Cómo te amo a veces
por tu nombre de hombre
Y por mi cuello en que reposa tu alma.
Poema cuarto
CANCIÓN DEL ESPOSO A SU AMADA
Asomada a mi pecho
tatuada en él como la edad
y el daño.
Como una suave grey de colinas
cuyo rumbo retorna con el alba,
Habla mi amada
con su amor que tiene
apenas pecho diurno y voz descalza.
A mi sombra
se bordearon de pulpa sus caderas.
Por mí arrea con sus pechos
el ganado del alba,
Y la tarde a su paso se quebranta,
como de junco herido
y laurel entornado.
Párpados transitados
de nieve y mediodía,
Pozo donde mi boca
desmedida resbala
como torrente de paloma
y sal humedecida.
Sobre los muslos te pusieron
racimos de ira y vocación de besos.
Yo haré que de tus muslos
bajen manojos de agua,
y entrecortada espuma,
y rebaños secretos.
Ven,
Amada.
Los árboles
todos tienen tu cándida estatura,
y tu párpado caído,
y tu gesto mojado,
Edificio de alondras
habitado de climas
donde legisla el sol
sobre viñedos de oro.
A tu sombra
me encontrarán los pájaros salvajes.
Tu voz de aire caído
entre cuatro azucenas,
desfilará en mi oído
como acude la tarde.
Ven,
te probaré con alegría,
tú soñarás conmigo
esta noche.
(Fuente: Revista Altazor)
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