Salma
paciente, una vez que el día estuvo alto,
y casi el corazón, de puro arrobo,
y por el largo enamoramiento, echó a volar.
Cuando apareció la boyada, recordé a Salma,
vino a mis labios cuando se esparció el almizcle.
Entre las gentes vi que era una moza
de maneras correctas, chica discreta,
de dientes refrescados por sonrisas, como si su boca,
un poco después del sueño,
hubiese sido abrazada por el vino.
Era como si nunca visitaras dientes pujantes,
ni tu amor en ellos encontrara jamás morada,
como si su corazón fuese una bola que rebota
por miedo a la separación,
¡si valiese de algo el cuidado!
Le aterroriza confiar cualquier secreto
por miedo a que las murmuraciones se ceben en él,
y es como si sus párpados hubieran sido picados
por espinas y el sueño no pudiera aposentarse.
Cuando el pregonero llama, casi ha pasado
la ansiedad de la separación, ¡si sirviese de algo!
Y las noches quisieron seguirse de otras noches
y que nunca jamás sea el día creado.
Y yo digo, mientras mi noche se hace eterna,
¿pero a la noche no le seguía el día?
Mis ojos se han vuelto extraños al sueño,
hasta tal punto que parecen sus párpados
demasiado pequeños para poder cerrarlos.
(Fuente: Asamblea de palabras)
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