lunes, 13 de enero de 2020

Mario Montalbetti (Perú, 1953)


Salmos de invierno

a


treinta tardes solo revelando secuencias de dolor
que a nadie atraen

puedo oler tu retracción cada vez que avanzo
en verdad huyo

la sombra de tus perros son huecos en la tierra

busco las cadencias inauditas de tu bulla
y sonrío

no solo lo he perdido todo
también sé dónde se ha ido



b

sea esta tarde naturaleza de la que no puedo escapar
lluvias viento nimbos

he vivido en una casa vacía por demasiado espacio
en un solo instante

a falta de caracolas marinas me acerco piedras al oído
y escucho las extrañas meditaciones de los fósiles

escucho y no me dicen nada

algún día veré tu rostro y sabré lo que ocultas

¿acaso mi colección de padres
que hicieron lo imposible por hacerme sentir

cosas en las que no pienso?

todo esto no debiera sorprenderme

especialmente ahora que el tiempo ha cambiado
y una brisa helada me destiempla los dientes




c

siento en la piel las emanaciones de tu severidad

me olvido
es un hábito

tus gestos vacíos
son familiares como el primer rostro
¿por qué los asocio entonces con un viento de fuego

que arrasa con los frutos del árbol?

entre todos estos desiertos hay un desierto eterno
que solo desertando
puede mi corazón desertar



d

si quieres ganar el cielo primero debes saber perderlo

recoge por ejemplo un clavo
e imagina el agujero del que provino

¿qué dijo brodsky? que reconocemos a nuestros hermanos
no por sus rostros

sino por sus espaldas
en las colas que forman en los confesionarios

la vida pasa como pasa la corriente
cuando agarras un cable pelado

arroja el clavo
guarda el agujero

arroja el agujero al suelo



e

ezequiel es un buen nombre pero debió ser desierto
y no profeta

buscando visiones como turista tras un souvenir

ya que tenemos ojos
suponemos que hay algo que ver

pero no hay nada que ver

o lo que tenemos que ver
no se ve con los ojos

por eso si lo ves mátalo
si me ves mátalo

si te ves en el espejo
y te reconoces

anda por una cuerda y verás por fin
que lo que querías ver no tiene forma

ni color ni número



f

las palabras que son como pozos que contienen su propia ausencia
¿dónde están?

entre letras          en los espacios ciegos          en la fruta picada
pero también
en el ojo de la orca          en la boca de la hostia          en la carne acecinada

la esperanza se parece tanto a la desesperación

déjame oír el mar sin terror

sean nuestras conversaciones
salsas que se reducen hasta el silencio



g

sentado entre montañas como una navaja
afilada por un solo lado
acaricio el rostro del trueno hago añicos las cataratas

10 000 lunas duermen sobre 10 000 cráneos
buscando la saturación azul en el cielo

cada paso cruza el río
pero solo la suma de todos los pasos
es la otra orilla

las mareas del regocijo y la pena
no tienen dominio sobre esta carnicería

ofréceme una sombra que dure

también la oscuridad
viaja a la velocidad de la luz



h

¿qué resta sino girar en las tardes
la rueda de los rezos a las puertas
de la muerte? ¿o la observación
del sol? pero uno sigue hablando
cada vez más solo diciendo menos
por decir algo a las puertas de la muerte

ahora que todos lo saben ahora todos
saben a lo mismo

por eso morimos siempre cuando morir
ya no es necesario

a las puertas de la muerte



z

el desierto es mi pastor todo me falta





(Fuente: El hombre aproximativo)

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