domingo, 3 de noviembre de 2024

James Joyce (Irlanda, 1882 - 1941)

 

 
 
XVII
Porque tu voz a mi lado estaba
a él dolor le di,
porque dentro de mi mana tenia
otra vez tu mano.
 
No hay palabra ni signo
que se pueda enmendar,
hoy extraño a rní es
quien fue mi amigo.
//
 
XXXIII
Ahora, ahora, en esta parda tierra
donde el amor tocó tan dulce música,
erraremos, tu mano en mi mano,
dejándonos por culpa de una vieja amistad,
sin lamentarnos porque alegre fue nuestro amor,
que de esta forma ahora se ha acabado.
 
Un pícaro, vestido de rojo y amarillo
golpea, golpea un árbol
y alrededor de nuestra soledad
el viento silba gozosamente.
Las hojas no suspiran
cuando el año se las lleva en el otoño.
 
Ahora, ahora ya no oiremos más
ni la vilanella ni las danzas en corros.
Sin embargo, nos besaremos amor,
antes de que tristes nos dejemos al final del día.
No te lamentes, amor, de nada,
el año, el año se termina.
//
 
 
XXXV
Todo el día oigo el ruido de las aguas
gimiendo. Triste como el pájaro
marino cuando al marcharse solitario
oye al viento gritar
a la monotonía de las aguas.
 
Donde voy soplan vientos grises,
vientos fríos. Oigo el ruido
de muchas aguas muy abajo.
Todo el día, toda la noche,
de un lado a otro las oigo ir.
///
 
 
En Música de cámara
Trad. José María Martin Triana
 
(Fuente: Cecilia Pontorno)

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