MUJERES A LA PÁGINA
MUJERES A LA PÁGINA
Fuimos a derivar como una isla sin continente
y el mar empieza a ser visible. Seremos mujeres
al borde del agua y allí nos miraremos bajo el sol
con la intención más bella de encontrarse
en el cielo, desdichas invisibles.
Aunque seamos tan feas como es posible,
una pintura que nadie quiso pintar,
un desacuerdo tónico de las notas,
una mala manera de decir que hay bellas
palabras que no llegarán y esperaremos,
un vaso donde el agua no ha querido
encontrar su forma, y la dejarás correr.
A la página, mujer.
¡Oh esos dos dulces átomos de hidrógeno,
la bomba de la guerra más el óbolo
de oxígeno! ¡Nos dice que el mundo
es mundo! ¡No se puede,
mujeres, escribir con agua!
¿No se puede escribir con agua?
Sin embargo, este cuerpo que no es
ejemplar de la escultura ni accidente todavía
de la pura geografía, se sienta aquí como un objeto
y ya su propia manera de imitarlo:
agua para el corazón que es agua para la cabeza.
Agua es tres cuartas partes de lo que pesa.
¿Se puede escribir con agua?
A la página, mujer.
Después de todo, el fin del arte es el placer,
del que bien podríamos abstenernos
como de una moda. Seamos esta vez
la sed y el placebo de la sed,
hablando como amigas que sumergen
las piernas en el agua, sabiendo que depende
de la luna y también que regidas por la luna,
cuando ella salga difícilmente
estaremos a su altura, enrojecidas por el sol,
ruborizadas por el propio calor,
como sardinas nadando en aguardiente.
Eso es el mundo, etc. Una metáfora imposible
como agua de la luna. Y también está una:
digamos eau-de-vie, aqua vitae, agua de vida.
Y agua regia, como la vía, agua de rito
que no siempre podemos trasegar
pero que hay que beber lo mismo para que el pozo
no se seque y haga arena ciega, agua sin sed.
¿Se puede escribir con ella?
A la página, mujer.
*****
(Fuente: Daniel Rafalovich)
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