SUS MANOS
Cuando alargo las manos estirando los dedos,
como al tomar un animal exótico,
me parecen las manos de nuestra abuela Alfonsa,
tan fuerte y tan segura en la desgracia,
Mas si cierro los dedos, como al coger un vaso,
las manos de la abuela Tomasa me parecen,
su cubo de carbón y su trozo de pan.
En mi sangre hay dos límites.
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ASIA
Pasan los chinos a mi lado
por la acera, siguiendo el mapa
de su móvil. Van buscando
su nueva calle, llevan varios bolsos.
Su cabello es negro. Y el nuestro.
Llevamos parecidos los abrigos.
Hemos perdido toda traza de historia,
no hay antepasados distintos
en la casa del hambre.
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S/T
Miro pasar los pájaros
detrás de la ventana. Digo
ojalá las mujeres fuésemos
uno con la Naturaleza
como querían los clásicos.
Ahora, yo sabría la Muerte
y podría echarla de mi casa
como a una visita incómoda.
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MAR
Que se durmieron
abrazados, licuándose
por la calima.
Que parecían
un trazo japonés
que dice: océano.
Que no olvidaron
el agua de esa noche
cada mañana
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LILAS
Un día, en las afueras,
buscándome un trabajo entre los pueblos,
los pequeños negocios y los bares,
de pronto vi que en un chalet vulgar,
del murete de entrada colgaban unas lilas
en abril florecidas como cuenta el poema.
Al intentar coger algunas con las manos
se desprendían las pequeñas flores
una a una, felices, del racimo,
como cuando mis padres
llevaban a la casa, una vez al año,
un solo, enorme, ramo de lilas frescas.
No quise confesar el perfume
el mismo de mi infancia;
es otro, me dije, menos dulce,
no tan profundo como entonces.
Después seguí buscándome la vida
y dejé atrás las flores, sacudiendo
su recuerdo como los perros
se sacuden el agua del pelaje
por no morir de frío a la intemperie.
Si os encontráis alguna flor de aquellas
en mi ropa, tiradla, tiradla sin decírmelo.
Cambio climático
Bartleby Editores
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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