martes, 14 de enero de 2025

Orietta Lozano (Colombia, 1956)

 


LAS HIJAS DEL ALBA

 

 

DESDÉMONA O LA URDIMBRE

 

El agua está dormida,

brota la raíz de la desidia,

¿Quisiera ir a la otra orilla, Desdémona?

Parece que el mundo canta un aleluya,

bajo el árbol de ceniza.

¿Te has detenido otra vez bajo su sombra?

He rezado por el que nace

y por el que muere en este mismo instante,

aún contemplo el rumbo inevitable

por el que hemos de cruzar,

mis ojos ven nubes de astillas,

están ardiendo, danzan,

sobre la cocina vacía de las barcas,

bajo el espejo de las aguas.

Aleluya por la amiga

que viene a calmar la sed del alma,

por la hiedra que trepa hasta la ventana

y trae el canto que derrama lágrimas del tiempo,

Aleluya por el amor que se fue una noche

sin recordar su nombre

y se fue a cuestas con el nombre más amado.

Aleluya por el mundo

que olvida el dolor a cada instante

y a cada instante el dolor viene hacia él,

por la luz que se derrama

como el vuelo de una garza entre las aguas.

¿Te has detenido, Desdémona,

esta tarde en el camino?

¿Te has vuelto pez entre la red,

Ciervo entre la trampa,

llama que fluctúa

para no apagarse entre la noche?

Aleluya porque tus pies son lilas silenciosas,

leves, intangibles,

para caer y volver a levantarte.

Este es el día que viene como una profecía,

has pronunciado la palabra y has callado

cuando los caballos relincharon a lo lejos

y se creyeron ciegos

y cerraron sus oídos.

De tanto dolor ya no duele el mundo,

el camino es efímero,

hace heridas y luego punza sobre las heridas.

Aleluya por la mano,

la dulce mano que se afuera

a lo más dulce de esta tierra,

por los pájaros venidos de oros mundos

para beber en esas manos.

Aleluya por la noche en que cesa el rayo

y retorna a la senda de lo inefable.

 

 

ANTÌGONA O EL SILENCIO

 

Hay un camino

donde todo se aquieta y se silencia,

no es el camino,

es la flor del viento que persigue Antígona.

¿Qué sueño

te hizo soñar por tanto tiempo?

Tu alma ruge como el océano

entre el cielo y el infierno.

Antígona sueña con su hermana

y se hace sombra con su madre,

el ángel ciego de la calle se aproxima.

Atada y desatada a la tierra desolada,

no hay otro lugar para caer.

Oh, dioses, no me miren tan alto ni tan lejos.

Por segunda vez recojo cal entre mis manos,

los ojos de mi padre me encandilan,

tengo las palmas de las manos

ungidas con aceite.

En el silencio

hay más dolor que en el sollozo.

Tiresias, viejo y ciego mundo,

trae luz a la tumba de tu Antígona,

para que el mundo no devore al mundo,

regrésanos a casa.

El amado aún no llega,

es la hora de cerrar los ojos

y tenderse dulcemente

sobre la sábana blanca de la muerte.

 

 

ISMENE O LA ESPERA

 

Amada hermana, oscura y triste,

somos impotentes en este mundo tan atroz,

donde deciden los hombres indolentes.

Perdona mi miedo, mi deslealtad, déjame

con el amor que en la noche espera

en cada una de las siete puertas,

prefiero encontrar el amor y el extravío,

¡Qué la muerte por un rato sea olvidada!

Tal vez en un furtivo sueño,

devore el cuerpo de Creonte.

Esta noche mientras lloras y entras a la tumba,

yo camino por campos de papiros

y danzo con el vestido transparente del amor.

Hallaré el olvido

sin la culpa del olvido,

aunque las esquirlas del dolor

puncen mi cuerpo.

Aunque te mienta,

no puedo mentirme a mí misma,

suena igual la lira que los vientos,

suena igual el enigma de la muerte.

Déjame andar lejos de la sangre y el hedor

de este mundo ciego y sordo,

déjame cerrar los ojos y tenderme sola,

como si el mundo no existiera.

Estoy llorando

como un pájaro huérfano y herido,

y vuelve a regar las flores amarillas del amor,

que permanezca en mis mejillas,

el beso que perdí y que ofrendé,

siempre habrá alguien que recoja la corona.

 

 

MONELLE O LA DEVOCIÒN

 

Yo, Louise,

la que está sola y desahuciada,

en la abyecta noche,

me oculto y me develo,

ante la efímera luz,

un hombre que me ama

me nombró Monelle,

a lo lejos, sintió mi alma con olor a lilas,

y vino a mi noche sin retorno.

Yo, Monelle,

te hablé de las señales y el estigma,

porque no tendrá memoria

de mis noches descarnadas,

de mi lluvia alucinada en invierno,

perdí y hallé de nuevo lo perdido,

el canto de la sandalia fría y desolada,

escribí mi misa

y la recé bajo la luna huérfana,

así, inventé quimeras

en el solar de las burbujas,

la aurora sabe

lo que no se dice,

lo que no se olvida y late.

Yo, Monelle,

te hablè

del estupor de los momentos,

cuando vienen y se van y se pierden

en la neblina de los tiempos,

y te hablé sin respirar del fuego interno,

del color del silencio,

del sacramento de la noche,

del temblor del frasco de cristal,

donde coleccionaba lágrimas,

yo también tengo el nombre

de todas mis hermanas,

y soy piedra verde y piedra rosa.

Yo, Monelle, me llamaba a mí misma

con los nombres de las niñas de la noche,

te hablé desfallecida

cuando creía que el viento había muerto

y venía leve, arrastrándome,

sin ganas de comer,

pero también quise hablarte

de las cosas dulces

diluidas en la muerte cruel,

cuando la carne se torna líquida

y gotea por las grietas del vacío.

Yo te digo,

olvídame cuando todo se ha perdido

y recuérdame cuando todo sea hallado.

 

 

HENRIETTE O EL ECO

 

Yo, Henriette,

recorro la dorada orilla del Wannsee,

donde en otro tiempo

temblé de amor y muerte,

dos estallidos, un solo resplandor,

el pacto, no. La herida.

El eco, no. El destello.

Desde el alba,

el imperturbable dado estaba echado.

Cabalgo sobre un caballo de agua

Y lloro bajo los desolados árboles,

cierro los ojos y percibo la tempestad

del mundo

ofreciéndome el fulgor

de su último poema.

 

 

PENTESELIA O EL DOLOR

 

Yo, Pentesilea,

en mi pecho

escondo una coraza,

mis palabras son tan suaves

como el canto de una daga.

¿Dónde están las manos del amor,

en qué mar cruzan las manos del amor,

en qué mar cruzan silenciosas?

Soy ave y amo al pez,

¿dónde viviré?

Dentelladas y besos

se confunden en el vértigo del aire.

Con el primer ardor del alba,

el sacrificio sería la ofrenda,

el ajuar de guerra,

la unción, la flor de muerte,

tu carne para el fuego,

tu sangre para el agua.

Esperando el mensaje

de la concordia o del duelo,

suplicando la llegada

para alucinarme entre el sol

y las estrellas diurnas

he quedado petrificada

entre los jazmines olvidados.

En cada rugido de amor,

caos y silencio,

te he devorado,

estoy absorta, saciada,

te tomo, te recupero,

te doy la forma del jade,

el color del vacío.

Destino ineluctable

galopando sobre mis caminos,

devuélveme la razón.

Me estoy pariendo para devorarme.

Te dije mi palabra

más íntima y oscura.

¿Qué precede a la huida?

Trazo un mapa

señalando un abismo rojo,

fulgor que brilla un solo instante.

Como cristales del rayo en la floresta

resplandece el dolor de mi costado,

lo que está hecho no se puede deshacer,

que caiga el rocío

sobre las hiedras calcinadas.

La noche es blanca,

como la ruta de antílopes

sobre la herida de la escarcha.

 

 

Fisuras del viento. Cali. Taller Blanco Ediciones. 2021. Págs. 11-12, 13, 14-15, 16-18, 19-20, 21, 22-23.


(Fuente: La Mecánica Celeste)

 

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