Escabel
Hacedor de milagros
Escrituras
Tu cuerpo, átomo de humanidad
sonido en la luz
Habitas entre los catetos y la hipotenusa de
una ciudad que agoniza
El cuerpo fragmentado por los clavos
devuélvele a la humanidad el brillo de tus
ojos.
Esta ciudad de sordos y ciegos repite su
crucifixión todos los días.
Enséñanos que el vacío llega en la noche y
continúa en el día.
Vacío cuando nacemos al mundo y, al final,
ceniza y vacío.
Inútil laberinto
La locura de una ciudad siempre se ocupa
de lo mismo.
El polvo oculta los crímenes
¿Cuántas veces predicaste en el desierto?
Un compás de espera y silencio.
Caen los espejos, la escena se vivifica en otro
hombre.
Hacedor de milagros
No te refugies en los extramuros.
Ve a tientas, para no tropezar con muertos y
bandidos.
Mira al revés de las cosas, míranos con ojos
de duda.
En la ciudad todo vale:
espadas
rezos
iglesias
burdeles
y un inocente en las manos de un verdugo.
El olor de los árboles
Cuando aspiro el olor de los árboles te
alabo.
La brizna pronuncia tu nombre y la música
del bosque oración de los pájaros.
Comulgo contigo en la grandeza de lo que
existe.
El agua se torna vino, la tierra cuerpo, y
mi boca como un jarrón de vida saborea
tu nombre, hecho de letras y lluvia, ecos y
guadua.
Me siento tan llena de ti, otro Dios en
armonía con el universo.
De mis manos brotan los días y recreo de
nuevo el mundo.
Te miro a los ojos, soy como tú, camino
sobre las aguas.
La siembra y la pesca se hacen abundantes,
los niños escriben en la arena sus nombres,
mojan los pies y, corren a la mesa llena de
los frutos de la tierra.
Con el cantar de los gallos siento tu
presencia y echamos al norte para acabar
con la guerra.
Dicen que eres verbo puro, creación,
primera, presencia original, punto cardinal
de la luz, que inunda la noche.
Aguardas sereno el sueño de los hombres
que también crean
pero solo oscuridad contemplo.
Entonces, pongo aceite en las heridas del
hermano, enciendo una lámpara para
iluminar este desierto.
La ciudad de Dios
La memoria de Dios
Recorro la ciudad para recuperar la
memoria de Dios que no deja de vernos.
Peregrina recorriendo las mismas calles
un joven me invita al bosque
la noche se eterniza en un beso.
Nos despojamos de la razón, el cuerpo,
gesto que se desnuda.
Ríes de nosotros.
Volvemos a ser inocentes.
Intemperie
Dime cómo develar tu palabra
apenas escucho los latidos de este corazón
desolado.
Cómo sostenerme a la intemperie con
alegría.
Cada sacrificio golpea esta rosa negra que
soy.
Abel
Ayer me llamaba Abel
siervo en las tierras altas, tierras ajenas,
montaña arriba.
Caminos de herradura, uno que otro
recuerdo de mi hermano Caín.
Era el amado, el bendecido.
Más dientes blancos
mi espíritu calmo a las tormentas.
La noche, atraviesa las manos jóvenes,
dispuestas al golpe
y a la siembra.
Todos los Caines desde tiempos remotos
cierran mis ojos.
Cuando me miro al espejo, guardo silencio,
escondo mi rostro, temo que descubran mí
cobardía.
Tierra polvorienta
Te presiento en el naranja rabioso de la
Tarde.
Viajero en la lluvia y en la carne.
Estás en mí tierra polvorienta
gritas con dolor inútil y no corro a
consolarte.
Te he visto cantar como los ruiseñores y el
asombro no abandona mis ojos.
Tan personal como un jardín lleno de
azucenas.
Simple como un ermitaño.
Amoroso como una madre con su niño en
brazos.
Tus huellas de pájaro y árbol
de semilla y fruto las cortas al verdugo.
El silencio se hace memoria.
El peso que tienen las cosas
Dios es un esteta
¿Cómo acceder a esas marcas del rostro de
Dios
en mi camino?
El hombre solo imagen sostenida en el
Tiempo.
He sentido la angustia que devora al
hermano
nada lo sostiene y cae.
Todo, discontinuidad en un territorio
inhóspito.
¿Dios un esteta?
¿La poética de Dios y del hombre un
aforismo?
Fonema
¿Cómo rescatar afuera lo que llevo adentro?
¿Cómo ser tu doble?
No, tu semejante.
Salgo desnuda como Diógenes para
Encontrar ese resto que soy
y me descubro estatua de sal
alfabeto petrificado
acento de la palabra en el espejo.
Vértigo que define el vacío.
Escabel
Espejo de agua
No es suficiente nacer.
El olor putrefacto de mis carnes me asfixia.
Lavo piernas
brazos
sexo.
Bajo a mi infierno
recojo flores de asfódelo en el patio trasero
de la casa.
Recojo flores blancas para atemperar la
rabia.
Quito peso al cuerpo.
Escabel
Abarcarlo todo, imposible, equívoco siempre
saltar al vacío
aproximarme a la turbulencia, a lo que está
bajo la lengua.
Soportar lo mortífero de uno mismo,
atravesar los helados vientos
la trinchera de los extraviados.
Caída y resurrección en lo más oscuro de la
noche.
Romper los espejos.
Sobre la antigua mole de piedra
otra escritura se levanta.
Pasar de la impotencia a lo imposible.
Firmar un pacto de fe con uno mismo,
invención de un rostro nuevo.
Contemplar las estrellas desde un escabel,
escabel sin Otro.
Ser poema.
Escabel. Manizales. Gobernación de Caldas. Secretaria de Cultura de Caldas. Red Departamental de Bibliotecas Públicas. 2024. Págs. 21, 23, 25, 26-27, 33, 35, 39, 40, 62, 64, 73, 79, 81.
(Fuente: La Mecánica Celeste)
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