Después de nosotros
Seguro que después de nosotros no vendrá el diluvio, tampoco la sequía. Probablemente, el clima del Reino de los Justos, con sus cuatro estaciones, va a ser templado, para que un colérico, un melancólico, un sanguíneo y un flemático puedan turnarse en el gobierno tres meses cada uno. Desde el punto de vista de la enciclopedia, es más que suficiente. Aunque sin duda los caprichos de la presión atmosférica o la temperatura podrían confundir al reformista. Aún así, el dios del comercio sólo está contento cuando aumenta la demanda de los trajes de lana, los paraguas ingleses, los sobretodos finos. Sus enemigos más temidos son las medias zurcidas y los pantalones remendados. Podría parecer que la lluvia que cae del otro lado de la ventana aboga exactamente por esta forma a todas luces frugal de concebir el paisaje: y, en general, toda la creación. Y sin embargo la Constitución no habla de la lluvia. No se menciona ni una sola vez en la Constitución a los barómetros, o para el caso, a nadie que, sobre un banquito, ovillo en mano, como un Alcibíades musculoso, pase la noche hojeando las páginas marcadas de una revista de moda en la antesala de la Edad de Oro.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg Dib
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