Un vientre para las caracolas
Clase de crochet
Mamá solía enrollarme
la virginidad entre los paños.
Con ella tejía colchas y manteles.
Atavió la casa de cortinas
y retazos heridos.
Nosotras, aprendimos a tejer
con la misma aguja
y el mismo son
gorros y baberos para la ausencia.
Un día
Mamá arrumó la madeja,
Y yo la arrumé a ella
para no mirarla a los ojos,
con mis manos libres.
Epopeya doméstica
Hace ya tiempo que
mamá metió a Caronte en la lavadora
ahora
el agua solo llena al nueve y medio.
En los documentos del aparato
apareció como propietario el Aedo
y el destino determina cerrar las puertas
a las tres.
Mamá dejó a Orfeo en la acera,
días después
los héroes hicieron huelga en nuestro umbral.
Recibimos guerreros, semidioses, polizontes
e inmigrantes.
Algunos se quedaron en la vecindad
perdidos
haciendo de carpinteros
de fracasados vendedores
de ciudad.
Nadie le preguntó a Caronte
qué suavizante prefería
así que
debíamos llevar ofrendas
diariamente
a la hora de las lavanderas.
Las niñas
nunca aprendieron a caminar
con la muerte entre las medias dispares.
Años después,
anuncian otros electrodomésticos,
Caronte se adecuó
a la vida en circular.
A fin de cuentas
la muerte sabia igual.
Cuando Mamá muera
Cuando Mamá muera
dejará sus ojos
para nosotras.
Con ellos jugaremos
a adivinar el grito
bajo el pañuelo.
Los ojos
como dados
rebotarán contra el pecho
de mis hermanas
y Mamá
arrimará con sus pupilas
la voz
del verbo y el astrolabio.
Los ojos de Mamá
pautan la fluctuación
de la cadera.
Indican
la siguiente piedra
a colocar.
Limpiar ombligos
Para limpiar ombligos
las madres hacen sonar
el rosa de la hambruna
la acurrucan en la mano de todos,
reparten el miedo
del primer llanto.
Terminadas las caricias
se les olvida
aclarar la diferencia
entre el sexo y el ombligo.
Ellas velan
solo por uno
de los dos.
En su ausencia,
el cordón umbilical
deja de amar
para mirarse a sí mismo.
¿Cómo se limpia un ombligo
suavemente
sin herirte?
Tocar a una mujer
Nos fue revelado
primero el paladar
antes que las huellas dactilares.
Se acorralaron
en la cima bucal
las lujurias compartidas.
En espiral
se persiguen una a una
las estremecidas gotas
de su cuerpo.
Ellas arreglan la trama del tejido.
Nosotras hacemos de las piernas telar.
Tocarse el paladar
Ellas, dejarse tocar.
Esperar que el tiempo
se humedezca
al quiebre
de nuestros cuerpos.
Un vientre para las caracolas
Yo le digo a Mamá
-Los niños no tienen ganas de
nacer ni nosotras
de decirles
que no nazcan.
En qué partos
anda la vida.
Quisiéramos donar
nuestro vientre
a las caracolas
para poblar el mar
de semejanza.
Palimpsesto a Szymborska
Nunca más animal
que una conciencia limpia en
el tercer planeta del Sol.
WISLAWA SZYMBORSKA
Las heridas en la entrepierna
no son de cuestionar.
Las piedras lanzadas, a ellos les son ajenas.
Es verídica la culpa de la transparencia.
El amor acepta todo en silencio.
No existe una autocrítica del lascivo,
los adeptos de las sagradas escrituras
viven como viven y satisfechos con ello
cuatro kilos más
pesa el cuerpo de una mujer embarazada.
Pero en otros aspectos pesa aún más.
No hay nada más humano
que el Dios creador
del tercer planeta del Sol.
Cama de muñecas
Está escrito en
el agua de las piedras que las niñas,
desbarajustada la inocencia,
desarmarán su cuerpo.
A falta de microscopio
vendarán sus ojos debajo de las sábanas y se
harán ficción.
Intentarán sacar de las enaguas sus
músculos y reflejos
para armarlos de nuevo cada
uno con su arrullo. Ellas,
imaginándose otras,
descubriendo las texturas y deseos de la
piel
abrirán los labios
y de ellos brotará el mundo.
Aquello no previsto,
fue la presencia de su madre, junto a
ellas,
ignorando con el suelo desnudo la
gracia del balanceo
que utilizan
para hablarle a su cuerpo.
Inauguración de los miedos
Ya voy teniendo una edad para asumir
que mi pelo es rizado
y que mi madre no es el origen de todos mis males.
Ya tengo la edad de ser mi madre.
AIXA DE LA CRUZ
Antes del 98
Mamá no sabía caminar a cuatro piernas.
Con el tiempo perdió las ganas de ser ella,
dejó sus rastros en mi rostro. Mis ojos conservan las letras de su nombre.
Mamá me balancea y le mira la espalda a la tristeza,
Hizo de su oreja mi bastón.
Cuando aprendió a tener dos lenguas
supo amamantar.
Mamá
dedicó el tiempo necesario
a enseñarme la danza
para no dejarla morir.
Saberme hija tuya
fue la revelación
de todos los miedos.
Poesía
Escribo poesía
para castigar al mundo.
Mamá no leerá este poemario
porque no existe.
Volverán las caracolas
a sus platos
y yo recogeré las sobras
de los verbos.
No soy poeta
solo soy una mujer.
Ciudad Lectora
Secretaria de Cultura Ciudadana – Alcaldía de Medellín
Plan Ciudadano de Lectura, Escritura y Oralidad
Un vientre para las caracolas. Bogotá. Letra a Letra. 2024. Págs. 15, 23-24, 31, 41, 45, 47, 53, 59, 65, 71.
(Fuente: La Mecánica Celeste)
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