EL POETA VIEJO
Soy ese chico
de nueve años, que un día
se calló para siempre.
Escribir no es hablar, es
tender una cuerda
silenciosa. Es irse a otro
país --ni oscuro ni luminoso--
lejos. Es morir y resucitar
al tercer día. Es vivir de otro
modo. Ahora que ya cumplo
60, escribo como si
no hubiera escrito una sola
palabra nunca. Descubro
cielos, pozos encantados
en la cocina, mientras revuelvo
la comida o caliento el café.
Si antes estuve solo, ya
no lo estoy. Escribo para mí.
Alegre, aunque esté triste.
O al revés. Ser niño fue algo
hermoso (todavía lo es).
Ser joven, lo mismo. Pero
déjenme con mis años
finales, los poemas finales,
como quien regresa
de un largo viaje
(o no tan largo) pero
regresa. Como quien
al cerrar los ojos, los abre
y piensa “Es la primera vez
que algo así, tan
extraordinario, ocurre". Y
apenas lo dice, ya pasó.
*****
LOS POETAS NO SON OBREROS METALÚRGICOS, SON ÄRBOLES
Los poemas deberían brotar
como hojas a un árbol, decía Keats,
sin esfuerzo, o con ese esfuerzo
que no se ve, que viene de las raíces
y atraviesa las ramas en forma de
savia. Siguiendo esta idea, un poema
sería algo así como el fruto de algo
que no sabíamos estaba en nosotros, y un día,
de la nada, aparece. Como el amor, aparece,
sin que intervenga la voluntad. Por eso
trato de meterme lo menos posible.
¿Quién soy yo? ¿Soy más que un árbol?
Para escribir poemas, no tengo que romperme
el lomo, cavando la noche bajo la luz
de una lámpara, me digo. Si cada palabra
es una hojita que se lleva el viento. Y todas
las hojas son del viento. ¿No creen?
(Fuente: Tema: Poesía)
No hay comentarios:
Publicar un comentario