(El mejor día del mundo)
Te di mi alma para que volvieras
a Massy en aquel tren iluminado
por nuestro manso amor amilagrado
los espejismos y las primaveras
que contemplamos hasta que el plateado
corazón del Pont Neuf brilló abrigado
por tu última sonrisa y ya supieras
que algún día volveríamos a besarnos
nada más que las tiermas comisuras
de las alas del rostro al saludarnos
aunque muy desde lejos y a rozarnos
doradísimamente las dulzuras.
Mi alma quedó estrellada en tus alturas.
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