invierno
al afuera empañado
de aires agrisados.
Los tallos congelados
arrastran ausencias,
exilios y desguaces
de cientos de semillas aladas
y hojarasca
que el viento y las heladas
se llevaron lejos.
De este lado del vidrio
el artificioso abrigo
y las luces encendidas
no evitan el vacío
ni el frío solitario.
Aprieto los párpados
y pido parecerme
al jardín oscuro
desnudo, sin ropaje.
Quisiera esa dura quietud
de tierra negra
que funge de coraza
al juego poderoso
y subterráneo
de agua y minerales,
de grávidas raíces.
Quisiera
acunar estallidos
y estar siendo
sin testigos,
desde lo profundo,
invierno.
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