En una conferencia
Dado que los errores son algo inevitable, fácilmente podrían tomarme por un hombre parado frente a ustedes en esta habitación llena de ustedes mismos. En cosa de una hora, sin embargo, el error va a subsanarse, a expensas tanto de ustedes como mías: van a adueñarse de este lugar partículas elementales libres del rigor de cualquier fisonomía humana y de toda otra forma de ordenamiento. Existen aún algunas partículas libres. No todo es polvo. Por eso, que me niegue a admitir que soy yo quien está frente a ustedes ahora, o al revés, se debe en menor grado a mi propia modestia o a un solipsismo que a mi respeto por el futuro instantáneo de esta sala, o por esas partículas libérrimas de las que hablaba antes, que se posan en la lustrosa superficie de mi cerebro, y a las que un pañuelito húmedo ansioso por limpiarlas jamás podría acceder. Lo más interesante del vacío es que siempre lo precede lo lleno. Creo que los primeros en entenderlo fueron los dioses griegos, cuyo fuerte era justamente la ausencia. De esa forma imaginen que están ahora en el ensayo para el bis de los dioses y que obviamente yo estoy actuando para la galería. La gente actúa por vanidad. Pero estoy apurado. Una vez conocido el futuro, es posible hacer que se anticipe. Como hacen las estatuas o el propio mobiliario. El borrarse a uno mismo no constituye una virtud sino más bien una necesidad, que se asume conforme se va haciendo de noche. Sin embargo, es más fácil en términos numéricos no ser yo que no ser ustedes. Como el cisne le confesó al estanque: “No me gusto. Igualmente, guardate mi reflejo”.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg Dib
No hay comentarios:
Publicar un comentario