Cátac
Cátac
A orillas de Querococha hemos traído ofrendas --los andrajos
Sobre la dermis de las aguas se escucha el fru-fru del viento
y una fina escarcha azota nuestros labios purpurados, partidos.
A nada estamos de Cátac y a todo de un tiempo de embeleso.
También nuestras botas repican sobre el empedrado helado:
cátac cátac cátac repitiendo, y muy cerca de aquí
brotaba un agua clara como algodón de entre las piedras --
Utcayacu llamaron al lugar;
sus muros coloniales no fueron derrumbados por el ansia...
Y no es aquí donde lete y mnemosine hallaron un tibio rincón
donde desplegar un armisticio; de hecho
Cátac mismo está flotando como un olvido
entre la laguna semihelada y las nieves derretidas del Pastoruri.
[Abigarrado barro en mis botas, abominado bromo en el aire.]
Pero Cátac sabe desobedecer el fervor por las cosas tristes:
el sol como la sonrisa tibia de un niño asoma por entre nubes plomas,
dormitan con una extraña felicidad las truchas en el centro de la laguna,
mi mano toma tu mano y a pesar del frío un calor se propaga.
Nunca olvidaré tu cuerpo moreno y tus senos recortados por los juncos.
[Todo esto percibo, todo esto recuerdo o vivo]
Y Cátac se me escapa de nuevo esta noche, tal como cuando niño
pasó por mi mente y pecho como un malestar lejano; a veces la poesía
no alcanza para aprehender lo que se hunde sin más en el desamparo…
(Fuente: Lab De Poesía)
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