viernes, 2 de agosto de 2024

Susana Villalba (Buenos Aires, 1957)

 

«La luna en harapos»

Fragmento del inicio


Fotografía original de Sebastián Freire

 
Hernán Cortés: Tres días la sed fue tan intensa que hasta pensamos en volver. Tres días pensé en la Catalina, su olor a nuez moscada y a tomillo, su pelo arrebatado, piel de lima y su jadeo, me tapaba los oídos y no había ron ni agua. Al fin una tormenta nos vino a ocupar en cosas de hombres. Los navíos resistieron el viento pero no el encabritar de los caballos, los hubo que atar como a los hombres que escucharon relatos de huracanes. Almacenamos agua pero la sed dejó su huella para siempre, los hombres ya no tienen corazón. Lo van perdiendo en fiebres, en la falta de paisaje, de mujer y taberna, la falta de todo lo que hace que lo tengan. Ya no hablan, el mar no necesita explicación. Y en su siempre sonar van olvidando que es posible escuchar. Sonámbulos, los tiene fascinados el naufragio como algo que al menos sucediera, como una concreción en este mundo de real espejismo. Por qué no habré venido con marinos de verdad, con los aventureros el riesgo es esta lentitud.


Malinche: La noche de otra boda, marido como un hijo, perfumes ahuyentaban lo que no era posible ventilar. Un arco tensión era la casa, Abuela sentía algo funesto, una madre alejando el tiempo de su cuerpo. Pero ya no era virgen que domarle demonios. Sus hermanas cuidaban con la furia de ordenar lo que traiciona fuerza, madre junco, los vinos y su amor de falsa mitad sin hombre. Y falso era el más suave que padre. Negociando tierras yo estaba parte pero sentía un rumor que me apartaba. Parteras de otro mundo sentí, me desgarraban. Madre era una mujer, yo no era la hija, era mujer. Puñal sus ojos, lo miraba por ver si él me miraba. Me alejaba con pedidos inútiles. Después cambió la casa.


Templario: Por el agua fue mi cuna y fue mi vida, Juan Sin Tierra y una sola quietud que fue la Orden templando el corazón. Por el agua fui cristiano y por el fuego caballero, por la cruz donde se cruzan en la tierra. Por los siglos de los siglos en el agua. La ciudad de cristal está muy cerca. Lo sé por los tifones que la guardan, por los monstruos que suben a cubierta devorando marineros con su abrazo fatal y sus silbidos de náufraga artimaña. Qué frágiles navíos, qué juncos por espadas, qué inconstancia. Llegamos a la tierra del verano donde aguardan los grifos, los perros lobizones gimiendo ante las puertas, atrayendo a las estériles que sueñan con un llanto en el umbral.


Malinche: De pronto la madre se hizo madre por el hijo. La hija nació cuando era niña de madre. El padre fue a la muerte y yo tras él como sus mantas, su cuchillo y las ofrendas al guardián del pasadizo. Fui tras él como su perro que lo guía entre montañas, por el frío, por el agua y las arenas de la muerte. Se fue el padre y ya no tuvo la madre que ser madre de la hija. Fue mujer y no fue madre de mujeres. Fue nueva de hombre nuevo, hijo nuevo, lo viejo hasta la hija fue arrojado.


Soñador: No el agua del segundo doblez, que se camina, agua de mundo, volver a ser, después del frío, una saeta agua. Vendrá de sal de vientre, los sueños de la tierra, una copulación en disolverse. Por agua que brama, por entraña de agua que ruge, por el revés del cielo. Vendrá animal que corre cuando no huye, o de su sombra. De los tiempos atrás del tiempo cuando empezó a correr. Una embriaguez animalada a lo venado. Baba de espuma de sal cuando salía de la boca del mundo de atrás. En el segundo doblez. De la tercera generación de lunas. Un fuego hecho venado con su jaguar en corazón. Una flecha con patas de animal y cuerpo de dos brazos, como hombre de la novena casa, del círculo de estrellas que nos toca. Peligrosa conjunción. El tercer fuego el que debía ser, sacerdote guerrero. Vendrá prestado. Vendrá torcido, dividido. De la madera que frotó la mala piedra. La piedra piedra. Venado tras venado tras venado. De la profundidad del corazón de agua. Brujo de los brujos de los peces, una memoria hacia adelante. Y hacia atrás. Agua que quema como agua. Salir de madre. Cabeza ya fue. Jaguar tendido. Ubre del sueño. Así vendrá, la mala leche, salada y fuego. Que no apagó en el tiempo de apagar. Vendrá. Mucha madera para nada.


Hernán Cortés: Agua y joyas, Grijalba no pedía otra cosa. Sin ver lo que no quiso detrás de cada orilla. Por eso vengo yo por toda la agua del mundo. Y detrás siempre hay agua. La calderilla se la dejo a Velázquez, no vine de tan lejos a hacerle de patán y contador sino a mis cuentas propias con la vida, no vengo en cualquier busca como andan ganapanes. Estamos para altos menesteres sobre estos sarracenos. Venir a pedir agua y unas joyas que no ahorran la costa de la armada, no debieran admitir a los cobardes, no debieran permitir a los vulgares mercachifles. Si les faltan esclavos descubren por azar y le fabulan intención, efímeras conquistas necesarias. Perros del bastimento.


Malinche: Aquella noche hubo tormenta, venía como un rayo el que nacía. Algunos árboles cayeron, el padre vendaval golpeó la casa. Me soñaba entre parteras, con la madre esperando a ese rey de tempestades, ese oscuro como el clan del axolote, llegado intempestivo a llevárseme la madre como al padre se lo llevó el olvido. Pero no estaba allí, me vinieron a buscar las comadres al alba. Lejos el hermano había nacido en esa puja con los cielos, por la noche, con la luna de tormenta. Lo dejamos una noche en las cenizas, por saber qué animal lo protegía. Por la mañana hubo huella de ocelote, el que limita territorio. Bautismo de cacao, lo llevamos al oráculo. Lo llamaron ese día ni aciago ni a favor, un solo obstáculo dijeron y todos me miraron.




Publicada por Salta el Pez Ediciones, Buenos Aires, 2021



Publicada por Descontexto Editores, Santiago, 2024







 

(Fuente: Descontexto)

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