TE CONSTRUISTE CON MUCHAS PALABRAS
primero boca, buba, nana, yo,
y ya eras golem con el verbo entre los labios,
luego mano, hambre, dame, luz, llanto,
el catálogo simple de las sensaciones,
categorías muchachas y facultades,
estados de ánimo, adverbios y conjunciones
para coordinar las partes nacientes
del yo que crecía rapaz.
Entretanto aprendías sin horror
la nomenclatura del mundo exterior,
y salido de su primer nombre, madre,
te adaptabas a ese vocabulario
como a una desgracia incalculable
que en la locura parece divertida;
hasta que descubrías el nombre de la muerte,
para aplicarlo a una serie de otros nombres,
pero de ningún modo para aplicarlo al tuyo.
Al final sabías todos los vocablos,
que su conjunto se llamaba vida,
y que en el centro estaba el sexo
para enlazar el grupo de palabras
que existían entre tú y lo que era el mundo.
Pero estas construcciones y enlaces
no pueden durar siempre, se derrumban;
ni permite la lógica que cinco palabras,
«un animal que sabe hablar”,
sostengan largo tiempo semejante edificio.
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Traducción: Ana María del Re
(Fuente: Daniel Rafalovich / Meta Poesía)
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