lunes, 5 de agosto de 2024

D. H. Lawrence (Reino Unido, 1885 - Francia, 1930)

 

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Oración del Señor
 

Porque tuyo es el reino,
el poder y la gloria —
 
Santificado por tu nombre, entonces
Tú que no tienes nombre —
 
Dame, oh, dame,
además del pan de cada día,
mi reino, mi poder y mi gloria. 
 
Todas las cosas que vuelven a ti
tienen su reino, su poder y su gloria.
 
Como el reino del ruiseñor al alba,
cuyo poder y gloria he visto y sentido muchas veces.
 
Como el reino del zorro en la oscuridad,
aullando con su poder y su gloria
que es la muerte de la oca.
 
Como el poder y la gloria de la oca en la niebla
graznando en el lago. 
 
Y yo, un hombre desnudo, gritando
pidiéndote en voz alta mi maná,
mi reino, mi poder y mi gloria.
 
 
 

El corazón del hombre
 
 

Está el otro universo, el del corazón del hombre
del que no sabemos nada, y que no nos atrevemos a explorar.
Una extraña distancia gris separa todavía
nuestra pálida razón del palpitante
continente del corazón humano.
Los pioneros han desembarcado apenas en su costa
y ningún hombre conoce, ninguna mujer conoce
el misterio del interior
cuando más oscuros aún que el Amazonas o el Congo
fluyen sus ríos de plenitud, de deseo y de dolor.
 
 
 

Relatividad
 

Me gustan las teorías de la relatividad y de los cuantos
porque no las entiendo
y me hacen sentir como si el espacio fuera un cisne
que no deja de moverse,
negándose a estar quieto y ser medido,
y como si el átomo fuera una criatura impulsiva
que cambia de opinión constantemente.
 
 
 

Plegaria moderna
 

¡Omnipotente Mammón, hazme rico!
¡Hazme rico pronto, sin jamás un escollo
en mi estupenda prosperidad! ¡Arroja a la zanja a quienes
me ponen trabas, Mammón, grandísimo hijo de puta!
 
 
 

Réplica a Jesús
 

Y quien se obliga a sí mismo a amar a alguien
engendra un asesino en su propio cuerpo.
 
 
 
   Traducción de Gerardo Gambolini

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