UN FRAGMENTO DE UNA CON OTROS [EL CUADERNO DE SUS DÍAS]
Qué decirle
a la mujer a quien le dieron una bandera doblada y quien
no podía sentarse a pedir un refresco en la farmacia
al boticario que arrancó los taburetes de raíz todavía abierto
a los negocios
al hombre que vive en Reno ahora, jubilado, a quien
detuvieron erróneamente, lo acusaron, lo juzgaron, lo condenaron,
lo sentenciaron.
Se lo llevaron una tarde de verano cuando montaba bicicleta
haciendo entregas para la farmacia.
Una noche lo soltaron. Lo llevaron a casa. Le dijeron que
se fuera. Que se fuera ya.
Su familia recogió el dinero. Su madre le hizo la comida
para el viaje.
Tomó el bus para California. No conocía a nadie.
La gente se ponía pantalones morados.
O el hombre y sus hijos,
a un hijo ya veterano, le dieron una paliza todos los
hombres de las fincas cercanas. Lo esperaron fuera de la cárcel.
Apagaron las luces de la cárcel y los soltaron.
Conocía a cada uno de ellos. Les arreglaba las llantas
ponchadas en las fincas. Así que conocía a cada uno de esos malditos.
Sus hijos salieron corriendo. Uno saltó del paso elevado.
Le dieron al padre tal paliza que perdió un ojo. Le dieron
café caliente en el hispital. Una enfermera le dijo que, si entrara
alguien que no conociera, que le tirara el café. A cualquiera.
Tu gente llegará pronto. Tienes que ir a Menphis.
Qué decir
a los muchachos, ahora dispersos, que reciben la seguridad
social, que ya se fueron de esta vida, o que cuidan a sus padres,
sus nieto, que todavía tienen un trabajo sin salida
a quienes detuvieron, llevaron en buses escolares, y después
en camiones cerrados y los metieron en la piscina drenada.
Muchachos. Camiones cerrados. Puestos en un hueco de
cemento. En la tierra.
Les apuntaron con armas por tres días. Los padres medio
locos.
El sitio lo pavimentaron. Es un parqueo. Pero queda la
estación de bombeo. Solo descuidada.
Le pedí a mi amiga que fotografiara de todas las maneras la
estación de bombeo, su fantasma.
La fotógrafa ve una serpiente y sale corriendo y sube la
ladera con su trípode.
SEÑOR EASTER: A lo mejor una serpiente rata.
Estoy más o menos igual que tú en cuanto a la serpiente.
Todos esos años cerca del río y solo vi una venenosa en tres ocasiones.
Mi mujer tenía miedo de las arañas, pero les quitaba la
piel a las que la gente le traía para una banda de sombrero, cintos
y qué se yo. Le decía que las sacara al portal. No quiero tener nada
que ver con ellas.
Mientras vivía mi mujer, lo mantenía todo bello. Adoraba
las flores. No hago nada ahora que no sea pescar. Antes buceaba
buscando mejillones y después objetos perdidos.
Más tarde ese mismo día conocimos a un trabajador de la
ciudad [jubilado] que dijo que mató una vez una boca de algodón
en la calle, se la vendió por un dólar al dueño de un restaurante,
quien la peló, la fileteó y se la sirvió en una bandeja.
Más adelante esa misma tarde conocimos a un barman
que nos dijo que solo cuatro personas en la historia habían sudado
sangre y todas eran mujeres. Es un lugar que destila un sentimiento
peculiar.
C.D. Wright
Una con otros [El cuaderno de sus días]
Traducción de Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez
Kriller71 ediciones
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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