Veintiún poemas de amor, XIX
¿Será que hace más frío cuando empiezo a tocarme de nuevo, las lealtades van en retirada? ¿Cuando la cara desnuda lentamente se da vuelta y deja de mirar hacia atrás y se enfoca en el presente, el ojo del invierno, de la ciudad, la rabia, la pobreza y la muerte y los labios se abren y dicen: “Pienso seguir viviendo”? ¿Y hablo con frialdad cuando te digo en un sueño o en este poema: “No existen los milagros”? (Te dije desde el principio que quería una vida cotidiana, que esta isla de Manhattan era lo suficientemente aislada para mí.) Si yo pudiera hacértelo saber: que dos mujeres juntas son una tarea que nada en la civilización ayuda a hacer sencilla, que dos personas juntas son una tarea heroica por ordinaria, cruzar con paso lento y titubeante una pendiente donde la mayor concentración se vuelve rutina: mirá las caras de quienes lo eligieron.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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