Espejos a las cuatro de la mañana
Hay que acercarse a ellos de costado,
en cuartos en penumbra,
vislumbrar su vacío,
sin que ellos
te vislumbren a vos.
He aquí el secreto:
hasta la cama vacía es una carga para ellos,
un simulacro.
Se sienten más a gusto en compañía
de una pared desnuda,
en compañía del tiempo y de la eternidad.
Los cuales - y perdonen que lo diga -
no reflejan su imagen
al mirarse al espejo,
mientras vos, parado ahí a un costado,
sacás un pañuelito
y te secás la cara disimuladamente.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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