Cuando uno vive con tanta sed que
centrifuga el tiempo, critica al oriundo,
busca luz imparable y proyectores,
cuando uno sólo quiere que lo alaben,
y se hace fotos de sí mismo,
ese
uno
absorbe, enturbia la sabia
de las raíces, de las hiedras,
minimiza acentos, impone banderas,
exige fianzas al subsuelo, a la luz la verdadera
la que se abre paso y no pide,
ni aplauso, ni risa
sólo existir.
Cuando uno así grita se exhibe como papagayo
entre ramitas tiernas,
éstas se miran, éstas transmiten
y esperan. Sólo esperan a que el
uno, el alfa, el altivo, el primogénito que no es,
atraviese el sendero donde hordas de mosquitos
le enseñarán quién reina
y qué es grito.
Obsérvale, no le copies,
que no te ciegue la belleza de lo oscuro,
ni sus brillos.
Fíjate en
qué dice el latido del aire,
escucha la tierra.
(Fuente: Voces del extremo)
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