Motosierra
La carne chamuscada del árbol, con el corte
que parece pulido, es engañosa: la fricción y el desgaste
de la cadena, sus revoluciones,
encubren el más bruto salvajismo.
No es una mera máquina. Es su accionar
borroso, en su rugido gutural,
esconde la malicia de lo orgánico.
Cibernética, empírica, absolutista.
La separación de la Iglesia y el Estado,
las conspiraciones contra el lobby
ambiental y el gobierno del miedo son el nucleo
de su modo operandi. Cortar madera blanda
es engañoso, la dura es más dramática: mientras
cae la tarde un día frío
van saltando las chispas: leña de árbol caído
hueca por las termitas, depósitos de arena
digerida, implosión de autopistas
capilares: El efecto motosierra.
No es sutil. Ni ambiental.
No es trans nada. Se tapó el filtro de aire
y consume más nafta:
se atraganta, se ahoga,
hace silencio. Se visten de aserrín
botas y pantalones, la pradera.
Se despeja el potrero poco a poco,
y la leña se apila prolijamente atada
en ña pared del living.
Algo en la oscuridad da un culatazo
y se activa el seguro, se disipa
una lejana motosierra. Y otra, poco después,
también se apaga. Siguen
la oscuridad que cae, los cortes
que se espacian, un armónico áspero
que recuerda su origen: fanático,
ostentoso, ciegamente convencido, inflamado de soberbia,
hasta el último corte, hasta la última gota de nafta.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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