cuatro poemas
Cine Carrera
Ocurrían cosas curiosas en el
Carrera:
retorcíanse finales
esfumábanse escenas, en
ocasiones especiales los estelares invitaban unos tragos
o bien a disfrutar de unos aromáticos jamaicanos en
los escaños pálidos de la Alameda.
La última Semana Santa
fueron crucificados todos,
absolutamente todos
los sacerdotes del Sanedrín,
en tanto Jesucristo,
junto a Poncio Pilatos,
Marco Valerio Marcial y otros
convertía en tinto y blanco
todos los pozos de Canaán,
las imágenes ardían entre la música
y el pan negro.
Finalmente, Richard Cayo Burton y sus
fieles legionarios regresaron la historia a
su versión oficial.
Ocurrían cosas curiosas en el Carrera
mucha ficción, mucha Literatura.
Hoy sólo espectros nostálgicos
deambulan por su sala,
conmocionados bailan.
Lo saben
lo único posible
sólo un estreno de lápidas.
~
Cine Novedades
Alzado como zigurat
al centro de la calle Cueto,
a pocas cuadras, la Quinta Normal,
en ella, Gary Cooper, Jack Palance,
Errol Flynn y otros de la misma calaña,
hastiados de cabalgatas y tiroteos
remojaban sus gargantas
y descansaban sus almas
fatigadas de tanta sangre,
tanta sangre, tanto polvo.
Luego al crepúsculo el infinito retorno,
los gritos del público, los garabatos al
cojo de turno, las dagas, el veneno,
algunas chicas, el whisky y tanta sangre,
tanto polvo, la maldita rutina.
El Novedades enrollado en cavilaciones metafísicas,
metros y metros y metros de celuloide,
obsesionado leyendo al poeta, Oquendo de Amat,
no dudó un instante
y resuelto apostó contra la muerte,
y se hizo sobrevivencia pura,
pura imagen, pura poesía.
Y no fue iglesia mormona,
no fue templo evangélico,
no fue ashram ni mezquita,
no fue sauna ni baño turco,
no se hizo fábrica de espejos,
no fue boite ni discoteque,
no fue O.N.G. no fue prostíbulo ni hotel tampoco fue.
El Novedades,
esta gigantesca animita
iluminando los cielos
de nuestra ciudad
en redención permanente.
~
Hotel
Este hotel
huele a fantasmas,
este hotel
respira azufre y puñales,
sombras deshilachadas
cuelgan de sus paredes,
una coreografía de cicatrices
avanza por sus pasillos.
No son tus quejidos
peregrinando estas sábanas,
no son tus nalgas acechando
estos espejos.
Este cuarto está cargado,
amorcito mío,
vístete y busquemos otro sitio,
acá atisban otras pupilas,
en este hotel no pasa,
alguien nos ganó la mano,
cosita mía.
Este hotel
está teñido
de un luto aún inconcluso.
~
Plaza Almagro
Santa Isabel con San Diego,
una pareja con visa al Paraíso,
Benjamín Vicuña Mackenna, su padrino
reflexivo observa desde el Santa Lucía.
La plaza era un collage alucinante,
un cinturón de buses disparándose a la provincia,
el primer rodoviario de la urbe por los años 60.
Desde su monumento
Luis Emilio Recabarren,
escribe y sueña federaciones y confederaciones
marchando por alamedas infinitas.
Al frente, precisos y silenciosos
los libros, los libreros
aquellos buenos vecinos.
Apoteósica la Basílica de los Sacramentos
ilumina con sus campanadas
la fragilidad de los días.
A su diestra desde los Juegos Diana
zarpan amnésicas las naves de la infancia.
Proyecto Patrimonio
(Fuente: La comparecencia infinita)
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