sábado, 1 de octubre de 2022

Billy Collins (EEUU, 1941)

 

Escribiendo en el más allá 

 

Billy Collins - Escribiendo en el más allá

 



Me imaginaba que la atmósfera sería clara,

con toques de luz prístina,

no esta bruma sulfurosa,

este aire ionizado como antes de una tormenta.


Muchos se habían figurado un río acá,

pero ninguno mencionó los barcos,

sus asientos repletos de pasajeros desnudos,

cada uno inclinado sobre su tabla de escritura.


Yo ya sabía que no siempre sería un chico

con un tren de juguete y la maqueta de un túnel,

y sabía que no viviría para siempre,

saltando todo el día por el aro de mí mismo.


Había oído hablar del viaje al otro lado

y del tintineo de la moneda final

en la bolsa de cuero del hombre del remo,

pero quién iba a suponer


que tan pronto como llegáramos

nos pediría que describiéramos este lugar

y que incluyéramos -con lujo de detalles-

no simplemente el agua, él insiste en eso,


sino más bien el agua aceitosa, insondable y llena de ratas,

no simplemente los grilletes, sino su herrumbre,

el hierro de los grilletes que rompen los tobillos-

y que nuestro siguiente trabajo seria


anotar, desde lo más alto de nuestras cabezas,

nuestros pensamientos y sentimientos acerca de estar muertos,

no es realmente un trabajo,

nos sigue diciendo el hombre del remo-


lo considero más un ejercicio, gime,

pienso en la escritura como un proceso,

un infernal proceso sin fin,

y ahora los barcos se atascaron,


proa contra popa, la popa trabada a la proa,

y nada se mueve, salvo nuestras plumas diligentes.



Writing In The Afterlife


I imagined the atmosphere would be clear,

shot with pristine light,

not this sulphurous haze,

the air ionized as before a thunderstorm.


Many have pictured a river here,

but no one mentioned all the boats,

their benches crowded with naked passengers,

each bent over a writing tablet.


I knew I would not always be a child

with a model train and a model tunnel,

and I knew I would not live forever,

jumping all day through the hoop of myself.


I had heard about the journey to the other side

and the clink of the final coin

in the leather purse of the man holding the oar,

but how could anyone have guessed


that as soon as we arrived

we would be asked to describe this place

and to include as much detail as possible—

not just the water, he insists,


rather the oily, fathomless, rat-happy water,

not simply the shackles, but the rusty,

iron, ankle-shredding shackles—

and that our next assignment would be


to jot down, off the tops of our heads,

our thoughts and feelings about being dead,

not really an assignment,

the man rotating the oar keeps telling us—


think of it more as an exercise, he groans,

think of writing as a process,

a never-ending, infernal process,

and now the boats have become jammed together,


bow against stern, stern locked to bow,

and not a thing is moving, only our diligent pens

 

 

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