miércoles, 2 de febrero de 2022

Carina Sedevich (Santa Fé, 1972)

 

 

De Gibraltar (de aparición en 2015, Dínamo Poético editorial)

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Dispongo una manta a los pies de la cama.

El fulgor de la luna en la ventana
se disipa cuando cierro los postigos.

Escucho a mi gata mientras bebe
de una taza olvidada en la cocina.

La noche entre las dos es agua dulce.
El corazón no se recoge ni desborda.

Comprendo que la soledad, como el amor,
trascurre mejor para un espíritu austero.

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de Escribió Dickinson (Alción Editora, Córdoba, 2014)

 

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A veces es triste lo que hago con mis manos.

 

Hoy remendé el camisón de seda
que me trajiste de la China.

Lo uso solamente para mí:

se va gastando
y no habrá más camisones de la China.

Sólo éste.

Lo voy a usar como solía usar tu amor:
todos los días.

Que dure lo que dure
y que conserve las huellas

de mi cuerpo,
que sigue estando vivo,

y de todas
las cosas aledañas.

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De Klimt (de aparición en 2015 en Suburbia Ediciones, Gijón, España y Club Hem Editores, La Plata, Argentina)

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Mi vecina ha lavado ropa oscura
y la ha extendido en una cuerda al sol.

Admiro la coherencia del conjunto.

Me regocija
la pulcritud de mi vecina:
la economía con que ordenó el tendido
y dispuso los broches de madera
sin encimar las prendas
ni estirarlas.

Solía tender cuando tenía un patio,
un hijo pequeño, un compañero.

Fui dulce y cuidadosa con sus ropas.

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*

 

Los chinos saben matar un pez
con varas de bambú
en la garganta.
El pez no cierra los ojos
ni se aquieta
mientras desprenden
sus escamas.
Los chinos saben
de las emociones
que estanca la muerte
en cada víscera.

*

Deseo a veces
la suerte de los peces.
Algún destino útil,
de alimento.
Ya lo he comprendido,
sin embargo:
hay veneno también
en mi deseo.

 

 

(Fuente: Eterna Cadencia)


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