La jaula del león era de aire,
De aire mi madre, aquel sombrero,
El brazo de mi padre era de aire
En mi hombro, mis manos que apretaban,
Y aire la risa de sus ojos, y dulce aire
Aquella vida de la que soñé lo amargo.
Eran de aire ellos y yo, quizás,
Que mirándolos parado los vi marchar.
*
Entre las rosas de un bello jardín se esconde la tarde.
Me acerco e intento comprender
La rosa que en la muerte hace crecer la vida,
La doble, la marina, fresca blanca,
O la otra de la China, roja al mar,
O la del té, expandida siempre florida
O la salvaje, que en el corazón está…
Mas pienso y me abstraigo, y parece de cera
La sombra de la rosa que tras la reja se deshoja,
Y así juego con la rosa de la vida
Que parece traerme su lejano aroma.
*
Un pajarillo cantaba al aire fresco
Sólo por el placer de cantar,
Un fagot que entre las hojas se embosca
Sin pensar que el tiempo pasará
Y en torno al tiempo hay como otra vida,
Como mis ojos que lo miran piar,
O como las hojas que el aire acaricia
Y por cuenta propia tiemblan, sin hablar.
*
Oh, qué poesía! Este llanto sin esperanza,
Esta rosa de un día que morirá!
Miro el bello sol, las aves, las campanas sonar
Y no recuerdo aquel que he sido
O que seré, o que me molesta ser…
Oh, qué poesía, la muerte de mis días…
Y al pasar, parece que mi vida espera
Al hombre que de niño me soñé.
*
La sombra de un dios pasea en mí,
Tiempo venido de los huesos, la vida, los años,
Aire de la memoria, del mañana…
Me gustaría hablarle, sentirlo dentro,
Escuchar su sabiduría y, sereno,
Saber que soy suyo, y quién soy yo.
Pero la sombra va y viene, y estoy lejos,
Y siento no obstante el aire del pensar
Que me trae el vacío, y las noches detrás.
Oh, Dios! Que te escondes sin piedad,
Busca los perros y escucha si soy yo,
Que el hombre ha muerto ya, y se olvidó.
*
Dentro de mí la sangre me remueve palabras,
Y a mí, que escucho, me parece que es el cuerpo
Quien quiere decirme y hablar de la memoria
Que el hombre ha consumido en su olvido…
Es espeso el velo entre mí y esas palabras
Que apenas pensadas, parecen apagarse…
Son como lejano sonido, quizás de los campos,
Retornan como golondrinas en su ensoñarse…
Mas sé, sin amargura, que son hermosos cantos,
Como una voz que al encantamiento nos llamase.
Trad. Ana María Márquez Lacarcel
(Fuente: Detour.es)
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